miércoles, 19 de febrero de 2014

HIMNO

Estate, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás 
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía,
donde tú vayas, Jesús, 
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte; 
pues la inmortal que tú das 
sé que alcanzada no puedo 
cuando yo sin ti me quedo, 
cuando tú sin mí te vas. Amén.

HIMNO

Hoy que sé que mi vida es un desierto,
en el que nunca nacerá una flor, 
vengo a pedirte, Cristo jardinero, 
por el desierto de mi corazón.

Para que nunca la amargura sea
en mi vida más fuerte que el amor,
pon, Señor, una fuente de alegría
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca ahoguen los fracasos 
mis ansias de seguir siempre tu voz, 
pon, Señor, una fuente de esperanza 
en el desierto de mi corazón.

Para que nunca busque recompensa 
al dar mi mano o al pedir perdón, 
pon, Señor, una fuente de amor puro 
en el desierto de mi corazón.

Para que no me busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta mi oración,
pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra
en el desierto de mi corazón. Amén.