QUIÉN ES EL SACRISTÁN.
1. El Sacristán es un cristiano con vocación.
El
encargado de la Sacristía es un cristiano que, en virtud de su Bautismo, presta
un servicio a su comunidad cristiana, encargándose del mantenimiento y aumento
de las cosas sagradas que se usan para el culto de Dios y de la conservación del
templo. Son los que pueden exclamar: "Una
cosa he pedido al Señor esa buscaré: habitar en la casa del Señor por los días
de mi vida, para gustar de la dulzura del Señor y cuidar de su templo santo"
(Sal 26,4).
Es ante
todo un creyente, que ejerce su propia fe cristiana como homenaje a Dios.
Presta ese servicio a la comunidad, no porque haya sido casualidad del destino,
sino porque Dios lo llamó y él respondió a las exigencias de su Bautismo y
Confirmación. Con Jesús debe decir "mi
alimento es hacer la Voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra"
(Sal 26,8)
2. El Sacristán es un signo de Cristo Servidor.
Es signo de
Cristo, que "no vino a ser servido
sino a servir" (Mc 10, 45), y de la Iglesia que es servidora. Es un
laico consciente y responsable, surgido de la comunidad que trata de vivir el
Evangelio y de hacer del templo un lugar digno. Al estar metido también en la
vida común de la gente, especialmente el casado, hace superar la separación
entre fe y vida, lo espiritual y lo temporal, el evangelio y los problemas.
Siendo lo
sagrado algo perteneciente y reservado a Dios, debe tratarse dignamente,
sabiendo que "no somos sino siervos
inútiles (Lc 17, 10), meros administradores. Como tratamos sus cosas, así
tratamos a Dios, disponiendo convenientemente, con orden y prontitud, lo que se
le encomienda para gloria de Dios.
No
solamente celebra su fe, sino también ayuda a otros a celebrarla lo mejor
posible, organizándolo todo. La disposición misma de las cosas y de los
espacios llega a ser un "signo
sacramental" de lo que Celebra y de la comunidad.
3. El Sacristán es un " servidor sagrado"
Ejercita un
ministerio de apostolado con los demás ayudándolos a celebrar mejor y a que se
sientan como en su casa. Aunque su ministerio no es tan importante como el del
presidente, ni tan significativo como el del lector o monitor, es un verdadero
ministerio. Presta a la comunidad un servicio permanente y oficial que responde
a una necesidad; y no solo prestaciones ocasionales, supletorias, nacidas de su
iniciativa. En cierto modo tiene algún mandato de la Iglesia y cierta
estabilidad.
Es un laico
comprometido que descubrió en él, un don del Espíritu Santo para dar un
servicio real a la comunidad. Le rinda honor en el sacrificio de alabanza que
merece.
Pertenece
al equipo de Liturgia para mayor coordinación, El perfecto cumplimiento del
deber santifica al hombre. En él, se dan tres dimensiones o direcciones:
a.
Hacia Dios, porque hemos sido creados para
alabanza de su gloría.
b.
Hacia el prójimo, dando amor, comprensión,
ayuda desinteresada, como hijos de Dios: "Quien ame a Dios, ame también a su hermano" (Jn 4, 21)
c.
Hacia uno: por el aliento de vida que hay en
nosotros y nos hace tender a Dios y a realizar su plan.
Se ocupa en
todo lo necesario para la celebración y en orden, tanto en el Templo como en la
Sacristía.
Se le
encomiendan entre otras cosas: mantener en orden y en buen estado los ambientes,
la conservación y el cuidado de los muebles, objetos sagrados, limpieza y justo
trato; tener a tiempo los libros, las vestiduras sagradas, la iluminación y el
sonido, los toques de campana, abrir y cerrar las puertas, controlar a los
monaguillos y coordinar con el equipo de aseo y ornato, los arreglos y cambios
de flores y los adornos del Templo. No lo hace por paga, aunque reciba algún
estímulo. Estas actividades pueden realizarse mejor si no es una sola persona
sino un equipo.
FUNCIONES
La función
primordial del encargado de la sacristía es tener a tiempo todo lo necesario
para la celebración.
1.
Materia de los sacramentos:
a) El pan:
Las hostias
se hacen con harina de trigo integral, sin levadura, amasadas con agua pura,
sin colorantes, ni azúcar, sal, manteca, miel, etc. Son redondas como signo de unidad y perfección.
Se
confeccionan en oración; igualmente cuando deben recortarse para adaptarse al
viril de la custodia. Es la materia para la Eucaristía. De ordinario se les
graba algún símbolo eucarístico, y algunas marcas para la fracción. Las normas
actuales piden de preferencia una sola hostia para la comunión del presidente y
los fieles. La grande debe tener señales para varios fragmentos.
Deben
usarse las recientemente hechas, para evitar corrupción o endurecimiento (un
promedio de 20 días o al máximo un mes),
b) El vino:
El vino debe ser puro de uva
naturalmente fermentada, no mosto. Algunos prefieren el vino blanco como signo
de pureza y porque es más fácil de limpiar; otros prefieren el vino tinto por
el color de la sangre porque expresa mejor la Sangre de Cristo y porque se
puede distinguir mejor del agua al servirlo.
Se pide que
la botella tenga copia de un documento donde conste la autorización eclesiástica
para su uso en la Eucaristía. Que el alcohol natural no pase del 8%. Se
conserva en un lugar fresco y seguro.
Si está
avinagrado, ya no se use. El que sobra en las vinajeras ya no se regrese a la
botella o garrafa.
c) El agua:
Consérvese
agua natural y potable. Que no sea producto de destilación; aunque alcalina, acida
o gaseosa. Hoy se facilita con el agua embotellada.
d) Incienso:
El incienso
significa oración, sacrificio y reverencia. De preferencia que sea incienso
puro, de aroma suave y con poco aditivo (mirra, bálsamo, cáscara de naranja,
canela).
Se puede usar en todas las Misas (entrada, Evangelio, ofrendas, Consagración). Obliga en la exposición eucarística solemne, en la dedicación, y en la despedida del cadáver en las exequias. Conviene en las procesiones litúrgicas, así como Laudes y Vísperas solemnes. De costumbre se use carbón natural; sólo excepcionalmente se usan las pastillas de carbón.
e) Santos Óleos:
En el Presbiterio hay un lugar
propio, así como el Sagrario, para guardarlos. No se les enciende lámpara
delante, pues no es presencia eucarística.
Las
crismeras ministeriales para uso de los sacerdotes conviene que tengan suficiente
óleo, del año, con algodón, y estén en lugar seguro.
Los óleos
se renuevan cada año en la Misa Crismal. Por consiguiente, los óleos del año
anterior se queman o se colocan en lámparas de la iglesia. Las vasijas se
hierven, se limpian con limón o alcohol. El algodón se quema y las cenizas se
entierran en jardines. No vacían a la alcantarilla.
2. Objeto Litúrgico: Las velas
La luz en
el altar es símbolo de la luz divina, de la presencia de los ángeles, y de la
fiesta por la obra salvadora de Cristo.
Las velas
deben ser de cera. No artificiales, ni de parafina, ni veladoras. Menos aún
eléctricas o de gas. Otras materias servirán para iluminar la iglesia, pero no
para ser signos en el altar. La Iglesia quiere excluir toda inmundicia de sus
"celebraciones, y por eso usa los dos combustibles más puros: para las
velas la cera de abeja virgen; y para la lámpara del Santísimo el aceite de
oliva.
Conviene
acomodarlas cerca del altar, en forma simétrica, aunque depende de la forma y
estructura del lugar. Se les pone capitel, de la medida de la vela, para evitar
que la cera caiga y manche. Cuando hay corriente de aire, pueden ponerse
protectores de cristal transparente (bombillas). Se limpian regularmente.
Por lo
general se usan dos velas en los días ordinarios de feria y las memorias; cuatro
en las fiestas y domingos ordinarios; seis en las solemnidades, los Domingos de
tiempos fuertes y en otras celebraciones importantes; y siete en la Misa del
obispo.
Las velas
se encienden con una candela; es más digno que los cerillos o el encendedor. Se
sujeta a una varilla curvada ligeramente en su extremo, para encender las velas
altas y el Cirio Pascual.
Para
encender las velas se hace reverencia al altar, o genuflexión si al centro está
el Santísimo, y comienza a encenderlas, primero al lado derecho y luego al
izquierdo, sin estirarse sobre el altar ni sobre las velas ya encendidas, del
interior hacia el exterior.
Para
apagarlas, empieza por el lado izquierdo, y del exterior hacia el interior.
Cuando las velas son altas, debe procurarse tener una campanilla hueca, que
puede estar fijo a un mástil curvado en el extremo, para apagar las velas. No
se trata de oprimir, sino sólo de sofocar la flama. Debe comprobar que no se ha
dejado encendido el Cirio Pascual.
Los
candeleros pueden ser de plata, cobre, bronce, latón, madera u otra materia
decente; pero que no sean de mejor calidad que los vasos sagrados. Su
colocación depende de la estructura del presbiterio. Formen un todo armónico,
eviten mezcla de estilos, sino busquen afinidad con el altar. Que no obstaculicen
la visibilidad del altar.
Conviene
limpiar los candeleros de la cera que desechan y cae, y procurar que tengan la
mecha chica. Los candeleros se limpian en agua caliente para quitar la cera y
luego se pulen. Conviene que estén limpios al meterse a la sacristía; así al
sacarlos basta con sacudirlos.
TEXTOS
LITÚRGICOS
Se llama libros litúrgicos a los que
contienen los textos y las indicaciones para la celebración litúrgica,
oficialmente editados por la iglesia.
Es el libro oficial según el cual la iglesia
celebra la Eucaristía, contiene las oraciones propias de la misa y señala los
ritos que se deben seguir durante la celebración.
Leccionario:
Se llama leccionario al libro que
contiene un sistema organizado de lecturas para su uso en las celebraciones
litúrgicas. El leccionario está dividido en varios volúmenes: Leccionario
dominical en tres ciclos A, B, C.
El ferial
El Santoral
El ritual para sacramentos
El de las misas diversas y votivas
El leccionario utilizado en la
celebración debe ser digno, decoroso que manifieste el respeto de la comunidad.
Libro
de la Sede:
Es el libro que contiene las oraciones
fórmulas y moniciones que el sacerdote hace desde la sede como ser: Ritos
Iniciales, Ritos de conclusión así como parte de la liturgia de la palabra
(oración de los fieles).
Evangeliario:
Se llama así al
libro que contiene los cuatro evangelios distribuidos para su lectura en la
liturgia. El libro de los evangelios es elaborado con el máximo interés, es
adornado y goza de una veneración superior a la de los demás leccionarios.
En la procesión de entrada de la misa se
puede llevar solemnemente por parte de un diácono u otro ministro y se coloca
en el altar, cuando llega la hora de proclamar el evangelio se lleva al ambón y
allí se abre.
El libro de la Oración de los Fieles:
Este libro contiene las fórmulas para la
oración universal o de los fieles. Con este libro pedimos por todas las
personas y oramos por todo el mundo.
Ritual
de los sacramentos:
Es el libro litúrgico que contiene la celebración
de los sacramentos y sacramentales. Actualmente está dividido en varios
volúmenes entre ellos tenemos:
Ritual del Bautismo de niños.
Ritual para la iniciación cristiana de
adultos.
Ritual de la Confirmación.
Ritual de Exequias, etc.
Bendicional:
Es el libro que contiene las bendiciones
con que la iglesia, alaba la bondad de Dios e implora su protección.
Pontifical:
Se llama pontifical al libro litúrgico
que contiene los ritos de las celebraciones propias del obispo.
Ceremonial
de los Obispos:
Es el libro que contiene las
celebraciones en que intervienen el obispo. No tiene los textos sino que las
normas y el sentido de las celebraciones, motivando constantemente sus signos,
textos y acciones para que resulten en verdad educadores y conduzcan al
misterio celebrado.
El
libro de la liturgia de las horas:
Es el libro de oración de la iglesia, en
él encontramos, lecturas, cánticos, salmos, himnos e intercesiones. Los
sacerdotes y religiosas tienen la obligación de hacer estas oraciones, pero es
una oración que todos los cristianos estamos invitados a rezar.