viernes, 13 de octubre de 2017

7. ¿Quien es el Sacristán?


QUIÉN ES EL SACRISTÁN.

1. El Sacristán es un cristiano con vocación.

El encargado de la Sacristía es un cristiano que, en virtud de su Bautismo, presta un servicio a su comunidad cristiana, encargándose del mantenimiento y aumento de las cosas sagradas que se usan para el culto de Dios y de la conservación del templo. Son los que pueden exclamar: "Una cosa he pedido al Señor esa buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida, para gustar de la dulzura del Señor y cuidar de su templo santo" (Sal 26,4).

Es ante todo un creyente, que ejerce su propia fe cristiana como homenaje a Dios. Presta ese servicio a la comunidad, no porque haya sido casualidad del destino, sino porque Dios lo llamó y él respondió a las exigencias de su Bautismo y Confirmación. Con Jesús debe decir "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre y llevar a cabo su obra" (Sal 26,8)

2. El Sacristán es un signo de Cristo Servidor.
Es signo de Cristo, que "no vino a ser servido sino a servir" (Mc 10, 45), y de la Iglesia que es servidora. Es un laico consciente y responsable, surgido de la comunidad que trata de vivir el Evangelio y de hacer del templo un lugar digno. Al estar metido también en la vida común de la gente, especialmente el casado, hace superar la separación entre fe y vida, lo espiritual y lo temporal, el evangelio y los problemas.

Siendo lo sagrado algo perteneciente y reservado a Dios, debe tratarse dignamente, sabiendo que "no somos sino siervos inútiles (Lc 17, 10), meros administradores. Como tratamos sus cosas, así tratamos a Dios, disponiendo convenientemente, con orden y prontitud, lo que se le encomienda para gloria de Dios.

No solamente celebra su fe, sino también ayuda a otros a celebrarla lo mejor posible, organizándolo todo. La disposición misma de las cosas y de los espacios llega a ser un "signo sacramental" de lo que Celebra y de la comunidad.

3. El Sacristán es un " servidor sagrado"
Ejercita un ministerio de apostolado con los demás ayudándolos a celebrar mejor y a que se sientan como en su casa. Aunque su ministerio no es tan importante como el del presidente, ni tan significativo como el del lector o monitor, es un verdadero ministerio. Presta a la comunidad un servicio permanente y oficial que responde a una necesidad; y no solo prestaciones ocasionales, supletorias, nacidas de su iniciativa. En cierto modo tiene algún mandato de la Iglesia y cierta estabilidad.

Es un laico comprometido que descubrió en él, un don del Espíritu Santo para dar un servicio real a la comunidad. Le rinda honor en el sacrificio de alabanza que merece.

Pertenece al equipo de Liturgia para mayor coordinación, El perfecto cumplimiento del deber santifica al hombre. En él, se dan tres dimensiones o direcciones:

a.    Hacia Dios, porque hemos sido creados para alabanza de su gloría.
b.    Hacia el prójimo, dando amor, comprensión, ayuda desinteresada, como hijos de Dios: "Quien ame a Dios, ame también a su hermano" (Jn 4, 21)
c.     Hacia uno: por el aliento de vida que hay en nosotros y nos hace tender a Dios y a realizar su plan.

Se ocupa en todo lo necesario para la celebración y en orden, tanto en el Templo como en la Sacristía.

Se le encomiendan entre otras cosas: mantener en orden y en buen estado los ambientes, la conservación y el cuidado de los muebles, objetos sagrados, limpieza y justo trato; tener a tiempo los libros, las vestiduras sagradas, la iluminación y el sonido, los toques de campana, abrir y cerrar las puertas, controlar a los monaguillos y coordinar con el equipo de aseo y ornato, los arreglos y cambios de flores y los adornos del Templo. No lo hace por paga, aunque reciba algún estímulo. Estas actividades pueden realizarse mejor si no es una sola persona sino un equipo.

FUNCIONES

La función primordial del encargado de la sacristía es tener a tiempo todo lo necesario para la celebración.

1. Materia de los sacramentos:

a) El pan:
Las hostias se hacen con harina de trigo integral, sin levadura, amasadas con agua pura, sin colorantes, ni azúcar, sal, manteca, miel, etc. Son  redondas como signo de unidad y perfección.

Se confeccionan en oración; igualmente cuando deben recortarse para adaptarse al viril de la custodia. Es la materia para la Eucaristía. De ordinario se les graba algún símbolo eucarístico, y algunas marcas para la fracción. Las normas actuales piden de preferencia una sola hostia para la comunión del presidente y los fieles. La grande debe tener señales para varios fragmentos.

Deben usarse las recientemente hechas, para evitar corrupción o endurecimiento (un promedio de 20 días o al máximo un mes),

b) El vino:

El vino debe ser puro de uva naturalmente fermentada, no mosto. Algunos prefieren el vino blanco como signo de pureza y porque es más fácil de limpiar; otros prefieren el vino tinto por el color de la sangre porque expresa mejor la Sangre de Cristo y porque se puede distinguir mejor del agua al servirlo.

Se pide que la botella tenga copia de un documento donde conste la autorización eclesiástica para su uso en la Eucaristía. Que el alcohol natural no pase del 8%. Se conserva en un lugar fresco y seguro.

Si está avinagrado, ya no se use. El que sobra en las vinajeras ya no se regrese a la botella o garrafa.

c) El agua:
Consérvese agua natural y potable. Que no sea producto de destilación; aunque alcalina, acida o gaseosa. Hoy se facilita con el agua embotellada.

d) Incienso:
El incienso significa oración, sacrificio y reverencia. De preferencia que sea incienso puro, de aroma suave y con poco aditivo (mirra, bálsamo, cáscara de naranja, canela).

Se puede usar en todas las Misas (entrada, Evangelio, ofrendas, Consagración). Obliga en la exposición eucarística solemne, en la dedicación, y en la despedida del cadáver en las exequias. Conviene en las procesiones litúrgicas, así como Laudes y Vísperas solemnes. De costumbre se use carbón natural; sólo excepcionalmente se usan las pastillas de carbón.


e) Santos Óleos:
En el Presbiterio hay un lugar propio, así como el Sagrario, para guardarlos. No se les enciende lámpara delante, pues no es presencia eucarística.

Las crismeras ministeriales para uso de los sacerdotes conviene que tengan suficiente óleo, del año, con algodón, y estén en lugar seguro.

Los óleos se renuevan cada año en la Misa Crismal. Por consiguiente, los óleos del año anterior se queman o se colocan en lámparas de la iglesia. Las vasijas se hierven, se limpian con limón o alcohol. El algodón se quema y las cenizas se entierran en jardines. No vacían a la alcantarilla.

2. Objeto Litúrgico: Las velas
La luz en el altar es símbolo de la luz divina, de la presencia de los ángeles, y de la fiesta por la obra salvadora de Cristo.

Las velas deben ser de cera. No artificiales, ni de parafina, ni veladoras. Menos aún eléctricas o de gas. Otras materias servirán para iluminar la iglesia, pero no para ser signos en el altar. La Iglesia quiere excluir toda inmundicia de sus "celebraciones, y por eso usa los dos combustibles más puros: para las velas la cera de abeja virgen; y para la lámpara del Santísimo el aceite de oliva.

Conviene acomodarlas cerca del altar, en forma simétrica, aunque depende de la forma y estructura del lugar. Se les pone capitel, de la medida de la vela, para evitar que la cera caiga y manche. Cuando hay corriente de aire, pueden ponerse protectores de cristal transparente (bombillas). Se limpian regularmente.

Por lo general se usan dos velas en los días ordinarios de feria y las memorias; cuatro en las fiestas y domingos ordinarios; seis en las solemnidades, los Domingos de tiempos fuertes y en otras celebraciones importantes; y siete en la Misa del obispo.

Las velas se encienden con una candela; es más digno que los cerillos o el encendedor. Se sujeta a una varilla curvada ligeramente en su extremo, para encender las velas altas y el Cirio Pascual.

Para encender las velas se hace reverencia al altar, o genuflexión si al centro está el Santísimo, y comienza a encenderlas, primero al lado derecho y luego al izquierdo, sin estirarse sobre el altar ni sobre las velas ya encendidas, del interior hacia el exterior.

Para apagarlas, empieza por el lado izquierdo, y del exterior hacia el interior. Cuando las velas son altas, debe procurarse tener una campanilla hueca, que puede estar fijo a un mástil curvado en el extremo, para apagar las velas. No se trata de oprimir, sino sólo de sofocar la flama. Debe comprobar que no se ha dejado encendido el Cirio Pascual.

Los candeleros pueden ser de plata, cobre, bronce, latón, madera u otra materia decente; pero que no sean de mejor calidad que los vasos sagrados. Su colocación depende de la estructura del presbiterio. Formen un todo armónico, eviten mezcla de estilos, sino busquen afinidad con el altar. Que no obstaculicen la visibilidad del altar.

Conviene limpiar los candeleros de la cera que desechan y cae, y procurar que tengan la mecha chica. Los candeleros se limpian en agua caliente para quitar la cera y luego se pulen. Conviene que estén limpios al meterse a la sacristía; así al sacarlos basta con sacudirlos.

TEXTOS LITÚRGICOS

Se llama libros litúrgicos a los que contienen los textos y las indicaciones para la celebración litúrgica, oficialmente editados por la iglesia.   

Misal:
Es el libro oficial según el cual la iglesia celebra la Eucaristía, contiene las oraciones propias de la misa y señala los ritos que se deben seguir durante la celebración.









Leccionario:
Se llama leccionario al libro que contiene un sistema organizado de lecturas para su uso en las celebraciones litúrgicas. El leccionario está dividido en varios volúmenes: Leccionario dominical en tres ciclos A, B, C.
El ferial
El Santoral
El ritual para sacramentos
El de las misas diversas y votivas
El leccionario utilizado en la celebración debe ser digno, decoroso que manifieste el respeto de la comunidad.




Libro de la Sede:
Es el libro que contiene las oraciones fórmulas y moniciones que el sacerdote hace desde la sede como ser: Ritos Iniciales, Ritos de conclusión así como parte de la liturgia de la palabra (oración de los fieles).






Evangeliario:
Se llama así al libro que contiene los cuatro evangelios distribuidos para su lectura en la liturgia. El libro de los evangelios es elaborado con el máximo interés, es adornado y goza de una veneración superior a la de los demás leccionarios.
En la procesión de entrada de la misa se puede llevar solemnemente por parte de un diácono u otro ministro y se coloca en el altar, cuando llega la hora de proclamar el evangelio se lleva al ambón y allí se abre.



El libro de la Oración de los Fieles:
Este libro contiene las fórmulas para la oración universal o de los fieles. Con este libro pedimos por todas las personas y oramos por todo el mundo.








Ritual de los sacramentos:
Es el libro litúrgico que contiene la celebración de los sacramentos y sacramentales. Actualmente está dividido en varios volúmenes entre ellos tenemos:
Ritual del Bautismo de niños.
Ritual para la iniciación cristiana de adultos.
Ritual de la Confirmación.
Ritual de Exequias, etc.





Bendicional:
Es el libro que contiene las bendiciones con que la iglesia, alaba la bondad de Dios e implora su protección.






Pontifical:
Se llama pontifical al libro litúrgico que contiene los ritos de las celebraciones propias del obispo.



Ceremonial de los Obispos:
Es el libro que contiene las celebraciones en que intervienen el obispo. No tiene los textos sino que las normas y el sentido de las celebraciones, motivando constantemente sus signos, textos y acciones para que resulten en verdad educadores y conduzcan al misterio celebrado.
  






El libro de la liturgia de las horas:
Es el libro de oración de la iglesia, en él encontramos, lecturas, cánticos, salmos, himnos e intercesiones. Los sacerdotes y religiosas tienen la obligación de hacer estas oraciones, pero es una oración que todos los cristianos estamos invitados a rezar.


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