martes, 17 de octubre de 2017

11. Lugares y espacios de celebración

LUGARES Y ESPACIOS DE CELEBRACIÓN

Los primeros cristianos de Jerusalén al principio seguían yendo al templo. Pero de pronto se dieron cuenta de que su oración no encajaba con la de quienes todavía estaban esperando al Mesías. De modo que dejaron de participar de las celebraciones del templo.

En ese entonces no se consagraban lugares para el culto, sino más bien la comunidad o Iglesia reunida era la que daba el carácter religioso al lugar. Más tarde, por la estrechez y otros inconvenientes de las casas particulares, se construyeron edificios ex profeso para las reuniones, con lo que en parte se trasladó a ellas el antiguo concepto del templo.

Pero lo que influyó sobre todo en darles ese carácter de templo fue el hecho de depositar en ellas las reliquias de los mártires y particularmente la Eucaristía. Esas construcciones se hicieron también antes de la conversión de Constantino y del Imperio. Después de este acontecimiento surgen, además, grandes basílicas.

Lo que nunca ha de olvidarse, es que el sentido primero del local es que sirva para la reunión de la asamblea.

TEMPLOS PARA EL CULTO.
·      Iglesia es “un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobro todo pública, del culto divino” (CIC 1214)
·    Catedral es la Iglesia principal de la diócesis; la "iglesia madre". Es la iglesia donde el obispo tiene su sede episcopal o "cátedra".
·  Basílica. El nombre viene de basileus (= rey, en griego). Se da ese nombre a algunas iglesias de mayor importancia. Gozan de una especial unión con Roma. Son iglesias privilegiadas del Santo Padre, porque significan algo muy especial para los cristianos del lugar (lugares de peregrinación, iglesia dedicada a un santo protector, resultado de una promesa, etc.).
Las cuatro basílicas mayores se encuentran en Roma: San Pedro en el Vaticano, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Mencionamos también la Basílica del Santo Sepulcro, en Jerusalén, donde fue sepultado Jesús.
·   Iglesia parroquial es la que está destinada al servicio de los fieles de una parroquia. La administra un Párroco. Es la iglesia “de la vecindad”, según el sentido original de la palabra.
·   Santuario es una iglesia (u otro lugar sagrado) al que por motivo de peculiar piedad a algún misterio del Señor, a la Virgen María o a algún santo, acuden en peregrinación muchos fieles. Deben tener la aprobación del obispo del lugar.
·    Capilla es la iglesia o lugar de culto destinadas a un grupo particular de fieles. Así un hospital, un colegio, un seminario, una comunidad religiosa, una población o una localidad en el campo pueden tener su propia capilla.

LUGARES Y ESPACIOS LITÚRGICOS



·      Atrio: Es el pórtico o espacio por el que accede al templo. A veces está rodeado de columnas. Es un lugar intermedio que favorece el paso gradual de la calle al lugar sagrado.







·      Ábside: Es la parte del templo situada en el extremo de la iglesia opuesto a la fachada. A menudo es semicircular, y en él se colocan el altar y los demás elementos propios del presbiterio: ambón, sede del presidente, sillería (en templos importantes).



 ·      Cripta: Es una estancia subterránea que tienen algunas iglesias. Se emplea para sepultar a personajes importantes de la Iglesia, como los Obispos. Antiguamente, también eran sepultados grandes personajes de la historia de un país.




·      Lugar para el coro: Es el espacio en el que se sitúa el pequeño grupo que anima el canto de la asamblea. Por eso su lugar no debiera ser un espacio separado en un segundo piso (como muchos lugares en donde recibe el nombre de coro), sino que está en la nave dentro o al lado de la asamblea.






·      Sacristía: Es la sala adjunta a la iglesia en la cual se guardan los ornamentos y objetos necesarios para el culto y es, también, el lugar donde los ministros se revisten. Muchas veces, a un costado de esta, existe una contra-sacristía, lugar destinado a guardar mobiliario y tareas que pueden ensuciar los ornamentos, como arreglo de flores, preparación del incienso, limpieza de velas, etc.


·      Confesionario: Es un pequeño recinto, generalmente de madera, que principalmente divide un ambiente en sectores, conectados por ventanas con rejillas; en él se instala el sacerdote a recibir las confesiones de los fieles.

Actualmente, a veces se disponen lugares en forma de pequeña oficina, más aptos para una relación personalizada entre penitente y confesor. Pero debe haber confesionario con rejilla para quienes lo deseen.




·     Vía Crucis: Son catorce o quince cruces de madera, adheridas a otros tantos cuadros (o sin ellos) y clavadas a regular distancia en los muros de la iglesia. Representa las estaciones del camino de la cruz o de la Pasión del Señor y nos recuerdan la Vía Dolorosa. El Vía Crucis regularmente es de 14 estaciones, pero algunas veces se le agrega la ‘Resurrección’ como decimoquinta estación.




·      Nave: Es la parte de la iglesia donde se constituye la asamblea en las celebraciones (bancas, pasillos, etc.).





·      Piletas de Agua Bendita: Son un recipiente con agua que previamente se ha bendecido y que está a la entrada de las iglesias, para que los fieles se mojen los dedos en ella y puedan hacer la señal de la cruz al entrar y al salir.





·      Pila Bautismal: Es una fuente de agua bendita. Antiguamente, debía haber una pila en las puertas de las iglesias; actualmente no es obligatoria la existencia de estas pilas.

La pila bautismal contiene el agua bautismal y generalmente se divide en dos partes: la pila propiamente dicha con el agua para bautizar, y la otra menor llamada piscina que recoge el agua que se usa al bautizar.

En las iglesias más grandes y antiguas es colocada en el ‘baptisterio’ (o bautisterio) que es el lugar donde se bautiza. Cuando existe este lugar, allí se coloca normalmente el cirio pascual que se enciende durante la celebración de bautismos.


·      Cirio Pascual: Es un gran cirio que se enciende en la gran Vigilia Pascual, en las vísperas del Domingo de Pascua de Resurrección; y el cual se mantiene encendido durante todo el tiempo pascual. Este cirio está hecho de cera pura de abeja y simboliza a Cristo, Luz del Mundo.

En el cirio pascual se pueden observar:
1.    Las letras Alfa y Omega. Estas son la primera y última letra del alfabeto griego respectivamente.
2.   Las cifras del año. Todos los cirios Pascuales llevan las cifras del año actual, las cuales nos hacen recordar el tiempo en que estamos viviendo, como punto de partida el nacimiento de Nuestro Señor, y que gozosos esperamos la segunda venida de Cristo.
3.  Una cruz. En los cirios se encuentra grabada una cruz, el principal objeto de devoción de los católicos, manteniendo siempre vivo el recuerdo de la redención.
4.  Cinco granos de incienso. Estos representan las cinco llagas de Nuestro Señor, y son colocados en los extremos y al centro de la cruz.

Según las indicaciones del Misal, en la Liturgia de la Luz de la Vigilia Pascual, un acólito lo presenta al Sacerdote y éste va dibujando la cruz, las letras y los números que corresponden al año. Al hacer estas acciones el sacerdote va diciendo:
1. Cristo ayer y hoy.                   Trazo vertical de la cruz
2. Principio y fin.                         Trazo horizontal de la cruz
3. Alfa.                                         Graba la letra Alfa
4. Y Omega.                                Graba la letra Omega
5. Suyo es el tiempo.                   Graba la primera cifra del año
6. y la eternidad.                          Graba la segunda cifra del año
7. A él sea la gloria y el poder.    Graba la tercera cifra del año
8. por los siglos de los siglos.     Graba la cuarta cifra del año
Amén.

También el sacerdote al clavar los cinco granos de incienso (en las extremidades de la Cruz y en el centro), dice:
1. Por sus llagas santas
2. y gloriosas                                                         1
3. nos proteja                                                   4  2  5
4. y nos guarde                                                    3
5. Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Después de esto se enciende el cirio pascual.


·      Imágenes: Aunque en el Antiguo Testamento estaban prohibidas por el riesgo de politeísmo que en aquel ambiente implicaba, en la Iglesia han sido utilizadas desde los primeros siglos, como se advierte en las catacumbas y luego en los distintos templos.

A veces se exagera el número de imágenes de santos, que, al menos psicológicamente, vienen a desequilibrar el sentido geocéntrico y cristocéntrico. Por eso, el Concilio Vaticano II (cf. SC 125) y la Ordenación General del Misal Romano (OGMR 278), señalan que su número no sea excesivo, que estén dispuestas en orden y que no distraigan de la verdadera celebración. (También que no haya más de una imagen del mismo santo).


·      Presbiterio: Antiguamente indicaba el consejo del obispo con los presbíteros. En la actualidad, designa la parte de la iglesia que rodea el altar mayor y que llega hasta las gradas, por las cuales se sube a él.

Algunas veces está separado de la nave con una barandilla o comulgatorio.




·      Altar: El Altar es uno de los elementos más importantes y significativos de la liturgia cristiana. Es el símbolo de Cristo como Piedra Angular. Además simboliza un ara de sacrificio, pero sobre todo, es la Mesa del Señor, en la que más que inmolarse una víctima: “se hace presente”.

Sin duda que actualmente, tiene mucho más relieve reconocer el altar al igual que el apóstol, como la mesa del Señor (1 Co 10, 21).

Las características esenciales que se dan de todo altar cristiano son:
a) Ser y aparecer como una mesa.
b) Estar separada de la pared para que se pueda estar cara al pueblo.
c) Constituir el centro de la atención de toda la asamblea.
d) Ser único, dedicado sólo a Dios.
e) Sin imágenes ni reliquias sobre su superficie.

En el Antiguo Testamento, el altar era un monumento o piedra sobre los cuales se ofrecían sacrificios. La primera mención de un altar se encuentra en Gén 8, 20 y fue cuando Noé después del diluvio edificó un altar y ofreció holocaustos. Abrahán también edificó un altar cuando iba a sacrificar a su hijo Isaac (Gén 22, 9). Los patriarcas erigieron altares en los lugares en donde Dios se les manifestó, para conmemorar los favores recibidos (Gén 12, 7-8; 13, 18; 26, 25; 33, 20; 35, 1-7). Las Escrituras no dicen nada del material o de la forma de dichos altares.

En el Nuevo Testamento, el primer altar cristiano fue la mesa en la cual Nuestro Señor, en la Última Cena, instituyó la Misa. En la Basílica de Letrán se conservan reliquias que se cree son partes de esa mesa-altar.

Antiguamente, las misas se hacían de espaldas al pueblo. Una instrucción emitida por el Concilio Vaticano II el 26 de septiembre de 1964, fijó varios cambios en el altar, principalmente el de su libre colocación, de manera de que el sacerdote pudiera presidir la Misa de frente a la comunidad.

Los manteles del altar: antiguamente eran tres paños de lino que cubrían el altar en que se celebraba la Santa Misa; el de encima llegaba hasta el suelo por ambos lados. Simbólicamente representaban el sudario en que fue envuelto el cuerpo del Señor.

Actualmente, el Misal Romano señala que “sobre el altar ha de ponerse por lo menos un mantel por reverencia a la celebración del Memorial del Señor y el banquete en que se distribuye el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (OGMR 268).

El desmantelamiento del altar, es un signo conmemorativo del despojo de las vestiduras de Jesús en el Calvario. Se hace el Jueves Santo después de la Misa. El sacerdote quita todo lo que haya sobre el altar, excepto las velas y el crucifijo (si hubiese).
Debajo del altar (no en un hoyo hecho en el mismo altar) se colocan reliquias de santos como expresión de la “comunión de los santos”.

En toda Misa existen dos mesas: la Mesa de la Palabra y la Mesa del Pan. No estaría mal hacer notar a la asamblea el inicio de la segunda Mesa. Resulta mucho más significativo llevar un jarro con vino y llenar el cáliz en el altar a la vista de los fieles. Se trata de preparar la mesa.

El altar, al representar a Cristo como piedra angular de la Iglesia, es besado al inicio de cada celebración. Se recomienda que sea completamente de piedra e inamovible.

·      Sede: Cuando nos referimos al lugar de la celebración litúrgica y las cosas que lo componen, la mayoría de las personas piensan inmediatamente, en forma espontánea, en el altar. Otros se imaginan el ambón y muy pocos la sede presidencial.

Cuando hablamos de sede, muchos se imaginan algún lugar de reunión, la secretaría, la sede del club... En este caso nos referimos al lugar donde el sacerdote se sienta para presidir la celebración. Sede significa asiento.

Lo primero que debemos tener clarísimo, es que la sede es mucho más que un lugar para sentarse; es un lugar simbólico porque desde la sede es el mismo Jesucristo quien preside la asamblea en la persona del ministro. Cristo se hace presente como Rey y como Profeta de su Iglesia. Lamentablemente en muchas comunidades este lugar pasa desapercibido porque no se le ha descubierto su significado.

El Misal cuando se refiere a la sede dice lo siguiente: “La sede del sacerdote celebrante debe significar su ministerio de presidente en la asamblea” (OGMR 275).

La sede debe aparecer claramente como el lugar donde Jesucristo reúne a su Iglesia y actualiza el anuncio de la salvación. Es aquí donde debemos poner todo nuestro empeño para darle realce a la sede y preocuparnos para que la asamblea entienda y asuma el simbolismo que tiene esta silla presidencial.

Es importante, entonces, que aparezca como un lugar estable frente a la asamblea al igual que el altar y el ambón, y no como un simple objeto que se retira cuando ya no es necesario. Debe haber un esfuerzo por hacer que esta “silla” sea distinta a la que usan los que concelebran u otros ministros, porque en algunas partes son todas iguales.

La sede presidencial debe ser considerada como un lugar privilegiado para el Señor y nunca como la silla de honor reservada para el curita. Esta ha de ser vista por la asamblea como aquella sede en la que se sentará el Hijo del hombre y ante el cual se congregarán todas las naciones (Mt 25, 31).
 

·      Cátedra: Es el trono o sede del obispo desde donde enseña a su pueblo.  Por lo tanto, la Cátedra está ubicada solamente en la Iglesia principal o Catedral de una diócesis. Una Catedral, entonces, recibe este nombre porque allí se encuentra ubicado el trono o cátedra del obispo.

Esta sede es utilizada por el obispo de la diócesis o arquidiócesis, desde donde el Pastor congrega y enseña a su rebaño. Los demás sacerdotes, al presidir alguna celebración en la Iglesia Catedral, no pueden utilizar la cátedra, puesto que está reservada para el pastor de la comunidad. Por esta razón, los sacerdotes o ministros utilizan una sede secundaria, ubicada generalmente a un costado del altar mayor, pero siempre dentro del presbiterio.

·      Ambón: Es el lugar destinado a la proclamación de la Palabra de Dios. La liturgia de la palabra hunde sus raíces en la liturgia sinanogal del Pueblo judío; así también el ambón es una herencia recibida de Israel. En el Antiguo Testamento podemos leer la narración de una primera celebración de la Palabra en la que el ambón aparece ya como algo muy destacado: “Esdras el escriba, estaba de pie en una tarima de madera que habían construido... Y abrió el libro, a la vista de todo el pueblo, pues se hallaba en un punto elevado” (Nehemías 8, 4-5).

A través de este relato podemos notar cómo el pueblo israelita proclama la Palabra. El libro de la Escritura aparece en un lugar elevado y visible.

El nuevo Misal establece que la dignidad de la Palabra de Dios, exige que en las Iglesias haya un sitio adecuado para la proclamación de la Escritura, hacia la cual con facilidad se dirija la atención de los fieles durante la liturgia de la Palabra (OGMR).

Tres son las características que subraya el Misal al respecto:
1.    Que la Palabra de Dios se proclame desde un lugar (no desde un mueble que se quita y se pone);
2.    Que se trate de un lugar adecuado a la dignidad de la Palabra;
3.    Finalmente, que no se limite a tener sólo una buena acústica, sino que sea visualmente destacado.
No se trata de un simple mueble que cuando termina la celebración lo quitan. Así como el altar queda en la capilla al finalizar la Eucaristía, así también el lugar de la Palabra debe permanecer siempre en su sitio. La presencia simultánea del altar y del ambón recordará constantemente a la comunidad las dos mesas en que se apoya la liturgia cristiana: la Palabra y el Sacramento.

Generalmente en las iglesias se observa un ambón, pero en la medida de los posible, lo recomendable son dos ambones. En tal caso el que está a la derecha del celebrante se reserva para las lecturas y conviene que sea más adornado; el otro será para el animador de la Misa. Es bueno recalcar que, al momento de proclamar la Palabra lo hagamos desde un libro grande, debidamente forrado, y no desde una simple “hoja dominical”. Si no, ¿para qué sirve un bonito ambón?

·      Sagrario: Es una pequeña caja o armario donde se guarda al Santísimo Sacramento en una Iglesia.
En los primeros siglos nació la costumbre de reservar las especies sacramentales. Se guardaban primeramente en las casas y luego en los Templos. Así estaban dispuestas siempre para los enfermos.

Era natural que los fieles expresaran su veneración y adoración ante la presencia del Señor en ese entonces. Ahora, con mayor fe sabemos que es Dios mismo sacramentado quien habita en este lugar. Es, por lo tanto, el lugar más importante de toda la Iglesia, aún más que el altar.

Este fue el origen de los sagrarios o tabernáculos. Hechos de diferentes formas o estilos. Pero, no debemos perder de vista que el fin primario y principal de la reserva de las sagradas especies en la Iglesia fue la administración del viático.

Los fines secundarios son la distribución de la comunión en las Iglesias fuera de la misa, y adoración de nuestro Señor Jesucristo oculto.

Sólo a partir del siglo XII la Iglesia organizó un culto eucarístico público, después de las controversias sobre la presencia real. Durante mucho tiempo se adoptó la costumbre de reservar el Pan de Vida en una pequeña torre o en una paloma eucarística suspendida encima del altar. También las especies eucarísticas se reservaron en la Sacristía. A partir del siglo XVI se introdujo la costumbre de fijar establemente el Sagrario sobre los altares. La historia de la conservación del Santísimo Sacramento tuvo una última etapa cuando se fijó el Sagrario sobre el Altar mayor de las Iglesias (vale decir sobre el más importante). Esto se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.

Ahora el Misal Romano dice: “Se recomienda insistentemente que haya un lugar para la reserva de la Sagrada Eucaristía en la Capilla, que sea idóneo para la adoración privada de los fieles. Si esto fuera posible, se pondrá el Santísimo Sacramento conforme a la estructura de cada templo, en otro sitio que sea verdaderamente noble y esté debidamente adornado. Y solamente en un Sagrario, sólido e inviolable (OGMR 276-277).

Algunos prefieren que el Sagrario esté en una capilla aparte, para que sea un lugar de oración y adoración personal y comunitaria. Claro está que en muchos templos se encuentra ubicado cerca del altar principal. Lo importante es que exista un Sagrario que los fieles reconozcan fácilmente. Es bueno que los fieles sepan que allí encontramos al amigo, al confidente, al que dijo: “Vengan a Mí los que se sienten cargados y agobiados porque Yo los aliviaré” (Mt 11, 28).

 
·      Lámpara del Sagrario: Es una lámpara que se encuentra al lado del sagrario y que debe estar encendida ante este a toda hora. La Lámpara encendida es la señal de que el Santísimo Sacramento está presente en el Sagrario.

Antiguamente las leyes litúrgicas de la Iglesia requerían el uso de aceite de oliva o cera de abeja en dicha lámpara. Sin embargo el obispo local podía permitir el uso de otro aceite vegetal.

Actualmente muchas de estas lámparas son eléctricas. Por esta razón, y en el caso que un corte muy largo de suministro eléctrico afecte a los Templos, temporalmente se debe encender una lámpara de aceite o una vela en reemplazo de la lámpara eléctrica.


 


·      Credencia: Es una mesa o repisa junto al altar o a un costado de este, en que se colocan las vinajeras, la campanilla, el lavabo y los otros objetos litúrgicos que no deben dejarse sobre el altar.

10. Elementos, símbolos y gestos

ELEMENTOS-SIMBÓLICOS

Somos seres humanos, es decir, seres compuestos de cuerpo y espíritu, de elementos externos y de elementos internos. Por consiguiente, nuestra actividad, también la liturgia, ha de ser externa e interna. Por eso empleamos signos, gestos, palabras y diversas acciones como expresión de la correspondiente actitud interior. La concurrencia de lo externo con lo espiritual ayuda a captar mejor la realidad y a enriquecer la vivencia.

·      Signo y símbolo.
Signo y símbolo son dos realidades distintas:

- El Signo es una señal, una realidad externa, que remite a otra realidad distinta, bien determinada, clara, comprendida racionalmente.

Hay signos naturales y signos convencionales.
Los signos naturales llevan su significado en lo que son. Ejemplo: el humo, que indica fuego; la sonrisa, que expresa alegría.

Los signos convencionales significan lo que las personas hemos convenido que signifiquen. Ejemplo: señales de tránsito, de peligro (una calavera), etc.

- El Símbolo es un elemento sensible que remite a una realidad de otro orden, percibida en forma más intuitiva que racional, es decir, a una realidad no captada plenamente en el orden del razonamiento.

El motivo por el cual la realidad simbolizada no es percibida con precisión racional, es que tal realidad afecta a lo más radical de nuestra propia persona o a algo trascendente. Y lo más radical, lo más profundo, escapa de nuestro raciocinio; esas realidades son experimentadas, sentidas, vividas, pero no razonadas.

Al no estar situado en el plano ordinario de lo racional, el símbolo no emplea el lenguaje corriente, sino un lenguaje figurado: el lenguaje simbólico. Pero no es ajeno a la razón, porque signo y símbolo se corrigen mutuamente, es decir, evitan que caigamos en el ámbito estrecho de lo que nosotros podemos razonar o en el exceso contrario: el ámbito de lo imaginativo desligado de la razón. Y, al mismo tiempo, se complementan uniendo esos dos mundos.

·      La liturgia necesita símbolos.

Puesto que el símbolo es el lenguaje propio de las experiencias profundas y de lo trascendente, la liturgia los necesita. Sin símbolos no podría referirse ni experimentar o vivir lo más profundo. Quedaría en lo superficial.

Cuando en la liturgia se quiere explicar todo (es decir, razonarlo), se elimina de ella la mayor riqueza. Cuando se quiere tener todo muy claro, sólo se ve la superficie. En ese caso, “el precio de la claridad es la pérdida de profundidad” (P. Ricoeur). Lo que se muy claro es sólo la corteza. “El racionalismo es un enemigo de la celebración y de la ciencia litúrgica” (P. Fernández).

En algunas celebraciones se suceden sin cesar las explicaciones de todo. Eso perjudica grandemente la vivencia de la liturgia.

ELEMENTOS NATURALES EMPLEADOS EN LA LITURGIA

La Iglesia, en su liturgia, muestra el sentido de misterio que envuelve a toda la creación; en los elementos naturales ve el reflejo de Dios y a través de los mismos expresa su actitud ante las tres personas de la Santísima Trinidad.

·      Luz: La Luz es uno de los elementos simbólicos más importantes en el ámbito religioso. Expresa la realidad de las cosas que son como recreadas al pasar de la oscuridad a la luz. Simboliza al mismo Cristo –que dice de sí: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12)– y la fe. San Juan habla más de 30 veces de la luz en su Evangelio y en su primera carta. La liturgia menciona muchas veces la luz y la emplea constantemente (Cirio Pascual, velas, otras lámparas)

·      Fuego: El fuego habla de lo que consume (sacrificio), del calor que saca de la pesadez (acción del Espíritu Santo) y de lo que hemos dicho de la luz.

·      Agua: Simboliza ante todo la fecundidad (tierra regada contrapuesta al desierto) y limpieza. Jesús habla del nacer “del agua y del Espíritu” (Jn 3, 5). Es otro de los elementos muy utilizados en la Escritura, especialmente por San Juan (unas 20 veces en su Evangelio). La liturgia la emplea en el Bautismo, en la Eucaristía, en el oficio de difuntos, en bendiciones y en aspersiones varias.

·     Incienso: Es una resina que al caer sobre ascuas o fuego desprende un olor agradable. También al incienso se lo menciona numerosas veces en la Biblia. Se emplea en la Misa en días solemnes incensando el altar, las ofrendas, el Santísimo, a los ministros y a la asamblea. Se inciensan asimismo el Cirio Pascual, los cuerpos de los difuntos, la Cruz y las imágenes de los santos, etc. Es sigo de honor y de la oración que se eleva a Dios (Salmo 140).

·   Ceniza: Es signo de la caducidad de las cosas (en eso queda lo que se ha quemado) y, por lo mismo, invitación a la penitencia, a vivir teniendo como valor lo imperecedero. Se emplea el Miércoles de Ceniza, al comienzo de la Cuaresma.

·  Ramos: Expresan alegría y triunfo, vida y resurrección. Se bendicen el Domingo de Ramos para ser utilizados en la procesión que recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén antes de su Pasión.

·      Sal: Sazona los alimentos y los conserva. De ahí que se la considere expresión de acogida y hospitalidad y, sobre todo, de fidelidad. Por eso se empleaba al pactar las alianzas (cf. Lev 2, 13; Núm 18, 19). Jesús dice que los suyos son “sal de la tierra” (Mt 5, 13). San Pablo aconseja que la palabra de los cristianos “sea siempre amable, sazonada con sal” (Col 4, 6).

POSTURAS Y GESTOS EN LA LITURGIA

Hablamos con todo el cuerpo. Gestos y movimientos son vehículo de comunicación. El ser humano, por su misma constitución espiritual y corporal, sólo se expresa plenamente cuando a la actitud interna se une el gesto externo.

Pero las posturas y los gestos no sólo expresan actitudes, sino que también las fomentan. Esto se ha vivido en todas las épocas; en nuestros días la liturgia renovada da particular importancia al cultivo de la interioridad, haciendo que el cuerpo no sólo no distraiga, sino que ayude.

El gesto que expresa una actitud es lenguaje simbólico. Dice otra cosa, dice algo que está más allá de lo expresable con palabras.

Lo primero que ha de tenerse en cuenta es que todas las posturas señaladas para la asamblea, ante todo significan y fomentan el sentido de comunidad y de unidad de todos los participantes (cf. OGMR 20).

·      De Pie:
La postura de pie expresa la dignidad del hombre como señor. Es la postura del resucitado, diferente al esclavo o al que está abatido por el mal. En los momentos más importantes de la Eucaristía nos ponemos de pie:
-        Al inicio junto con el canto y la procesión de entrada hasta el final de la oración colecta.
-       Cuando se aclama el Evangelio y durante su proclamación, porque se trata de la lectura más importante.
-        Durante el Credo y la Oración Universal.
-        En la gran Plegaria Eucarística y la preparación a la comunión.
-        Padre nuestro, gesto de la Paz, Fracción del Pan.
-        Y la Bendición final.

·      Sentado:
La postura sentada representa la actitud de quien preside, de quien tiene autoridad y en enseña. A la vez representa a quien escucha, medita y aprende.

Es la actitud de María de Betania, hermana de Lázaro que “se sentó a los pies del Señor” y estaba atenta a su palabra escuchando y meditando lo que el Señor le decía (Lucas 10, 38-42).

En la celebración eucarística nos sentamos:
-   En las lecturas antes del Evangelio incluyendo el Salmo. Allí estamos escuchando y meditando lo que se nos está comunicando.
-     En la homilía, durante la presentación de las ofrendas.
-     Después de recibir la Comunión, meditando, en una actitud de recogimiento.
-     También lo hacemos después de la comunión.

·      De Rodillas:
Es una postura muy expresiva que nos hace ser pequeños ante Dios. Su sentido apunta a la sencillez y la humildad.
-     Expresa, además, el pedir perdón, tal como el hijo pródigo que se arrodilló ante su padre (Lc 15)
-     También es una postura penitencial y de adoración. Expresa una actitud interior ante la grandeza de Dios.
-        El mismo Jesús en el huerto de los olivos “doblando las rodillas oraba al Padre” (Lucas 22, 41)
-        San Pablo nos dice que: “al nombre de Jesús toda rodilla se doble” (Filipenses 2, 10).


·      Caminar:
Debiera ser un signo muy expresivo en nuestras celebraciones litúrgicas.  Caminar, desde los movimientos sencillos, hasta las marchas y procesiones, indica disponibilidad y decisión. Como Iglesia vamos hacia delante, tal como dice el canto: “somos un pueblo que camina y juntos caminando...”

En las diversas celebraciones litúrgicas de nuestra Iglesia, tanto los ministros como la Asamblea han de darle importancia a este gesto. En el caso de nuestra Eucaristía se debe cuidar este gesto ya sea en la procesión de entrada, al momento de salir a proclamar las lecturas, en la presentación de ofrendas, en la procesión para recibir la Comunión y en la despedida. “Somos la Iglesia peregrina de Dios”

·      La Señal de La Cruz:
Es uno de los gestos más repetidos por los cristianos y es, además nuestro símbolo universal que se ha empleado desde los tiempos antiguos. Es un signo de pertenencia y seguimiento a Jesucristo. El mismo extendió sus brazos en la cruz tal como lo señala la segunda plegaria Eucarística. También este signo nos ha de recordar en algún modo nuestro bautismo. Así lo hacemos al comenzar la Eucaristía, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo como pueblo de bautizados, seguidores de Jesucristo.

También antes de la lectura del Evangelio como signo de acogida a la Palabra (decimos: Purifica mi mente, mis labios y mi corazón) y al final de la Eucaristía.


·      Genuflexión:
Es un gesto de respeto, de humildad y de adoración. Es un símbolo de nuestra adoración al Señor, especialmente ante su presencia en el Sagrario.

Siempre, al entrar a una capilla o donde se encuentre el Santísimo que nos recuerda la presencia viva y real de Cristo, hemos de tener una actitud de fe y de respeto. El gesto que mejor expresa esta actitud es la genuflexión.

En nuestra celebración Eucarística el sacerdote que preside realiza este gesto al comienzo, después de consagrar el Pan, después de consagrar el Vino, terminada la oración para la comunión y al final de ella.

·      Postración Total:
Postrarse en el suelo es, sin duda, una postura muy significativa. Este gesto lleva la humildad y la adoración a su expresión máxima. Ya en el Antiguo Testamento, Moisés había empleado este gesto postrándose delante del Dios de la Alianza. (Éxodo 34, 8)

Los mismos discípulos de Jesús “que estaban en la barca se postraron delante de Él diciéndole: ¡Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios!” (Mateo 14, 33)

Actualmente, en nuestras liturgias, los que van a ser ordenados para recibir la gracia del Espíritu se postran. También el sacerdote el Viernes Santo expresa su fe y humildad postrándose en el suelo al comenzar la celebración.
  
·      La Imposición de Manos:
Es, sin duda un gesto muy hermoso y significativo. Expresa muchas cosas: bendición, perdón, transmisión de una fuerza, poder de Dios, y consagración. Depende en algunos casos de las palabras que se emplean al realizar el gesto.

El mismo Jesús imponía sus manos para sanar o resucitar (ver Lucas 4, 40). También lo hacía para bendecir, en este caso a los niños, como lo describe el evangelista Marcos: ”Jesús los abrazaba y luego ponía sus manos sobre ellos para bendecidlos” (Mc 10, 16).

En la actualidad este gesto se utiliza en todos los sacramentos. De este modo se nos recuerda que siempre dependemos de la fuerza de Dios. También se puede emplear este gesto al interior de las familias, especialmente para bendecir a los hijos y los padres.

·      Elevar las Manos:
Es, también, un gesto importante dentro de nuestra liturgia. Aunque por lo general lo emplea el que preside, perfectamente puede ser un gesto de toda la asamblea. ¿En qué momentos?

Puede ser al rezar o al cantar el Padre nuestro, al canto del Gloria, acompañando alguna aclamación en la Plegaria Eucarística, también cuando se cante algún Salmo o el mismo “Bendecid a Dios... levantad las manos hacia el Santo lugar”.

San Pablo le da importancia a este gesto y nos aconseja diciendo: “Quiero que los hombres oren en todo lugar; que levanten al cielo manos limpias, sin enojos ni discusiones” (1° Timoteo 2, 8)

·      Golpearse el Pecho:
Es un gesto que expresa una actitud interior de arrepentimiento y humildad. Significa que reconocemos nuestra propia culpa y que tenemos la intención de cambiar. Se hace en el acto penitencial al rezar el “Yo confieso” diciendo “...por mi culpa, por mi gran culpa...”

En el Evangelio de Lucas se muestra la actitud del publicano “que no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador” (Lucas 18, 13).

Es un gesto simbólico ya que pretende expresar nuestra condición de pecadores. No se trata de golpearse con fuerza sino levemente, pero golpearse.

·      Los Besos:
Los besos son señales de afecto, de gratitud, de adhesión, veneración y también de reconciliación. Es un gesto muy expresivo, especialmente en nuestra cultura. En Cuanto a la celebración Eucarística el Misal nos dice: “según la costumbre tradicional en la liturgia, la veneración del Altar y del libro de los Evangelios se expresa con el beso” (IGMR 232). También este gesto en el momento de la paz, tal como los primeros cristianos que se daban el “ósculo de la paz” (San Justino, mitad del siglo II).

En otras celebraciones, como el Viernes Santo, besamos la cruz como signo de adoración, durante el mes de María besamos los pies de la Virgen, también en algunas ocasiones se besan las manos de los enfermos; en el sacramento de la Reconciliación se emplea en señal de perdón, El Jueves Santo, a veces, el sacerdote o el Obispo besa los pies de algunos fieles, etc.

COLORES EN LA LITURGIA

La finalidad de los distintos colores en las vestiduras y ornamentos litúrgicos es expresar el sentido propio de cada fiesta o celebración. En esa línea, podemos también incluirlos entre los elementos simbólicos.

·      Blanco: es un color de alegría y de fiesta. En la liturgia simboliza la luz, la gloria, la inocencia. Es el color más adecuado para celebrar:
-        La Navidad y Epifanía
-        Los cincuenta días de la Pascua
-        Las fiestas de los Ángeles y Santos no mártires
Dentro de la Liturgia, el blanco reemplazará a cualquier otro color.

·      Rojo: Es el color más perecido a la sangre y al fuego y su simbolismo va en ese mismo sentido. El color rojo expresa muy bien el martirio o sacrificio de Jesucristo. Es el más adecuado para celebrar:
-        Domingo de ramos (pasión) y Viernes Santo
-        Pentecostés
-        Fiesta de la Santa Cruz, apóstoles, evangelistas y Santos Mártires.

·    Verde: Es un color vivo que indica tranquilidad, paz, esperanza. El color verde es el más adecuado para celebrar las 34 semanas del tiempo de la Iglesia (o tiempo ordinario como se llama). Vale decir, después de Epifanía hasta miércoles de cenizas y después de Pentecostés hasta Adviento.

·   Morado: Este color es símbolo de penitencia, de sencillez y humildad. Es un color que invita al retiro espiritual, al recogimiento, a una vida más austera y sencilla. El morado es el color más adecuado para celebrar:
-        El Adviento y la Cuaresma
-        Las liturgias penitenciales, unción de los enfermos
-        También reemplaza al negro de los difuntos ya que este no se utiliza en la liturgia actual.

·      Rosado:
Es un color poco empleado en nuestras celebraciones, simboliza la alegría, pero una alegría pasajera, de ciertos días, de ciertos momentos. El Misal Romano lo recomienda para ser empleado el tercer Domingo de Adviento (“Gaudete”) y el cuarto Domingo de Cuaresma (“Laetare”).

Ha costado para que entre en la Liturgia, pero su simbolismo es necesario y útil ya que nos anuncia que una gran alegría se aproxima, sea entre la Cuaresma para recordarnos la Pascua o entre el Adviento para anunciarnos la Navidad.

·      Azul – Celeste:
Estos colores, aunque no aparecen en el Misal Romano, lo utilizamos mucho para las fiestas religiosas que tienen que ver con la Santísima Virgen. Nos podemos dar cuenta en las procesiones que hace el pueblo al Santuarios o Templos Marianos, muchas comunidades llevan una cruz azul y algunas llevan cintas azules o celestes.


A lo largo del año existen variadas fiestas en honor a la Santísima Virgen, es bueno que cada comunidad, de acuerdo a su estilo y posibilidades, pueda utilizar estos colores especialmente para las grandes fiestas como la Inmaculada Concepción, la Asunción, Santa María Reina, La Visitación.