¿QUÉ CELEBRAMOS?
Es el Misterio de
Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los
fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo. (Catecismo de la Iglesia
Católica, CEC 1068)
INTRODUCCIÓN
Hacerse esta pregunta
significa indagar, no sobre las formas externas de la liturgia, sino sobre
aquello que constituye el motivo de
la celebración, la razón de
la fiesta cristiana. Esa razón es invisible, se halla detrás o en el fondo de
las formas, de los ritos, de los tiempos de la celebración. El beato Juan Pablo
II, en la Carta Apostólica Vicesimus quintus annus, con la que conmemoró
los 25 años de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada, recordó que nada de lo que hacemos
nosotros en la Liturgia puede aparecer como más importante de lo que, invisible pero
realmente, Cristo hace por obra de su Espíritu.
Lo más importante en la
liturgia, como ya el Concilio había expresado claramente, es lo que en ella
acontece invisiblemente, el contenido esencial de la acción celebrativa.
Siguiendo los números 5
al 10 de la Constitución Conciliar sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium
(SC), que sigue inspirando,
como un horizonte de validez universal, la reforma litúrgica posconciliar, se
abordará en esta parte ese ámbito que se oculta bajo nuestras formas litúrgicas
animándolas como único y gran motivo de alabanza.
La pregunta se responde
en seis apartados, que veremos a continuación:
1. Celebramos el
misterio pascual de Cristo
2. Celebramos el anuncio
y su realización
3. Celebramos a Cristo
siempre presente
4. Celebramos hoy el
permanente Adviento
5. Celebramos en la fe y
en la conversión diaria
6. La liturgia, cumbre y
fuente de nuestra vida.
1. CELEBRAMOS EL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO
Sacrosanctum Concilium
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“Dios, que
"quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad", "habiendo hablado antiguamente en muchas
ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los
profetas'', cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el
Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los
pobres y curar a los contritos de corazón, como "médico
corporal y espiritual", mediador entre Dios y los hombres.
En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento
de nuestra salvación. Por esto, en Cristo "se realizó plenamente
nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino".
Esta obra de la redención
humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas
que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó
principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión,
resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión. Por este misterio,
"con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró
nuestra vida". Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació
"el sacramento admirable de la Iglesia entera"”.
El contenido del
misterio pascual El misterio pascual admite varios niveles de comprensión, todos
relacionados entre sí.
En un primer
sentido, más literal, es la pasión, muerte, resurrección y ascensión de
Cristo. Son los acontecimientos
cruciales de la vida terrena de Jesús de Nazaret. Ellos están históricamente
situados al inicio de nuestra era, calendarizada precisamente por el nacimiento
de Jesús, unos 36 años antes de estos sucesos. Ellos no sólo constituyen la
culminación de la vida de Cristo, sino que se sitúan en "la plenitud de
los tiempos", como bisagra entre la revelación veterotestamentaria y la
neotestamentaria: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido
de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban
bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva”. (Ga. 4, 4-5)
En un segundo
sentido, se entiende por misterio pascual los acontecimientos de
la vida histórica de Jesús de Nazareth, desde su concepción virginal hasta su
Ascensión al cielo.
El tercer sentido considera
al misterio pascual como la existencia total de Cristo: preexistente junto al
Padre desde siempre, encarnado en la creación como hombre, resucitado y
glorioso por la eternidad. El misterio pascual es toda la obra salvadora de
Dios en la historia de su creación.
EN CONCLUSIÓN...
La liturgia, diálogo
entre Dios y el hombre, es memorial de
un acontecimiento: del paso salvador de Dios por la historia de la
humanidad. En ella el creyente celebra en alabanza la historia de la salvación,
que culminó en Jesucristo (la perfecta glorificación de Dios), y Dios se
sigue haciendo presente con su gracia liberadora (obra de la redención
humana o santificación del hombre). La muerte y resurrección de
Jesucristo -el misterio pascual- es la culminación de su vida terrena y
la síntesis de toda la historia de la salvación y, por eso, el único gran
motivo de celebración de la fe. Es el contenido principal de la liturgia, el
acontecimiento culminante de la revelación.
2. CELEBRAMOS EL ANUNCIO Y SU REALIZACIÓN POR OBRA
DEL ESPÍRITU SANTO
Sacrosanctum Concilium
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“Por esta razón, así
como Cristo fue enviado por el Padre, Él a su vez envió a los apóstoles, llenos
del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda
criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos
libró del poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al reino del Padre,
sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante
el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida
litúrgica. Y así, por el bautismo los hombres son injertados en el misterio
pascual de Jesucristo: mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él;
reciben el espíritu de adopción de hijos "por el que clamamos:
"¡Abba!, Padre”, y se convierten así en los verdaderos adoradores que
busca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la Cena del Señor, proclaman su
muerte hasta que vuelva. Por eso el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia
se manifestó al mundo, "los que recibieron la palabra" de Pedro
"fueron bautizados". Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de
los apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la oración..., alababan a
Dios, gozando de la estima general del pueblo". Desde entonces, la
Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual:
leyendo "cuanto a él se refiere en toda la Escritura", celebrando la
Eucaristía, en la cual "se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo
de su muerte" y dando gracias al mismo tiempo "a Dios por el don
inexpresable" en Cristo Jesús, "para alabar su gloria", por la
fuerza del Espíritu Santo”.
El misterio celebrado
tiene una doble dimensión que le da su dinamismo más propio, en el que radica
la fuerza y eficacia de la celebración cristiana: es anuncio y realización, proclamación y actuación
de lo proclamado.
En la liturgia se actualiza -se hace actual,
presente el misterio pascual por el que los cristianos son injertados en la
vida de Cristo, participando íntimamente de su propia vida. El año litúrgico y
cada sacramento realizan esta actualización de manera particular, desplegando
la riqueza inagotable del único misterio pascual.
3. CELEBRAMOS A CRISTO SIEMPRE PRESENTE
Sacrosanctum Concilium
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“Para realizar una
obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo
en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, sea en la
persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los
sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo,
bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos,
de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está
presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la
Sagrada Escritura es Él quien habla. Está presente, por último, cuando
la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde
dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".
Realmente, en esta
obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres
santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia,
que invoca a su Señor y por
Él tributa culto al
Padre Eterno.
Con razón, pues, se considera la
Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos
sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la
santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir,
la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.
En consecuencia, toda
celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es
acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y
en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.”
La liturgia es la
expresión más completa del misterio de la Iglesia. En ella se hace presente la
salvación porque el acontecimiento Cristo, que es pasado según las
categorías históricas, se torna presente meta histórico, actualidad y
poder salvífica del Resucitado glorioso, por obra del Espíritu Santo, en el hoy
de la existencia creyente. La liturgia no es mero recuerdo. Es ante todo presencia
misteriosa, pero real, del Señor y su fuerza liberadora en medio de su
pueblo. Esa presencia no es una mera presencia de los acontecimientos de la
vida de Jesucristo, sino de su misma persona.
Por tanto, Cristo está
siempre presente en la Iglesia por su resurrección, que, sin dejar de ser un
acontecimiento histórico único, se actualiza en cualquier momento de la
historia, especialmente en la liturgia: en el ministro, en las especies
eucarísticas, en los sacramentos y en la Palabra, en la Iglesia que ora y
canta. No agotan la presencia de Cristo resucitado en el mundo, pero son de una
intensidad y calidad máxima, especialmente en la eucaristía.
La liturgia, por ser
obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, la Iglesia, es acción sagrada por
excelencia. Su eficacia, "con el mismo título y en el mismo grado",
no es igualada por ninguna otra acción eclesial.
El único misterio
celebrado en la liturgia se despliega en una diversidad de misterios
(sacramentos) y acciones rituales: celebramos la vida entera de Jesucristo, la
de María Virgen, las intervenciones salvíficas de Dios en la historia de la
salvación, la vida personal y comunitaria de los cristianos y la obra creadora
universal. A la luz del misterio pascual, toda realidad humana puede ser
celebrada.
4. CELEBRAMOS HOY EL PERMANENTE ADVIENTO
Sacrosanctum Concilium
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“En la liturgia
terrena pregustamos y tomamos parte en aquella otra liturgia celestial,
que se celebra en la
santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos,
y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del
santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos al Señor el himno de gloria con
todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos tener
parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, nuestro Señor
Jesucristo, hasta que se manifieste Él, nuestra vida, y nosotros nos
manifestemos también gloriosos con Él”.
La liturgia hace tomar
conciencia a los cristianos de su condición de pueblo de Dios que camina hacia
la plenitud del Reinado de Dios. La Iglesia vive en permanente Adviento, y
celebra, en cada uno de los ciclos litúrgicos y festividades del año,
desplegados a partir de la Pascua, una liturgia terrena que es signo permanente
de la liturgia celestial hacia la que asciende la espiral del tiempo.
5. CELEBRAMOS EN LA FE Y EN LA CONVERSIÓN DIARIA
Sacrosanctum Concilium
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“La sagrada Liturgia no
agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan
llegar a la Liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe ya la
conversión: "¿Cómo invocarán a Aquél en quien no han creído? ¿O cómo
creerán sin haber oído nada de Él?. Y, ¿cómo oirán si nadie les predica? ¿Y
cómo predicarán si no son enviados?".
Por eso, a los no creyentes
la Iglesia proclama el mensaje de salvación para que todos los hombres
conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan
de sus caminos haciendo penitencia. Y a los creyentes les debe predicar
continuamente la fe y la penitencia, y debe prepararlos además para los
sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo y
estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado,
para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo,
son la luz del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres”.
La liturgia, colocándola
en su justa relación con la totalidad de la vida eclesial, "no agota toda la
actividad de la Iglesia". ¿Será necesario insistir en esta idea? La Iglesia
de América Latina es particularmente sensible a la importancia de todas las dimensiones
de la vida cristiana, especialmente el compromiso en el mundo. La Liturgia no
las sustituye ni entra en competencia con ellas: las supone y les da su sentido
más hondo al injertarlas en el misterio pascual de Cristo.
Relación entre liturgia
y compromiso
"La Liturgia, por
cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención", como dice SC 2, comparte
con la vida cristiana en su totalidad la finalidad transformadora del mundo,
insertando a los creyentes en la corriente de la historia de la salvación. El
acontecimiento central de la celebración cristiana, el misterio pascual, tiene
una innegable e intrínseca dimensión liberadora, que no puede estar ausente de
la auténtica Liturgia. Si ésta se marginase de las realidades temporales o
ignorase el carácter redentor de la Buena Nueva, negaría el compromiso del
mismo Jesucristo con los problemas humanos de su tiempo y sus concretas
intervenciones en favor de la liberación del pecado, la enfermedad, la
marginación y la muerte, especialmente de los más humildes y sufrientes.
Pero la liberación que
la liturgia celebra y representa, si bien se inscribe en la misma corriente de
la historia de la salvación como "momento" de ella, trasciende la
liberación meramente humana y sociopolítica, por su carácter espiritual,
interno y escatológico.
EN CONCLUSIÓN...
La liturgia no agota la
actividad de la Iglesia ni sustituye otras dimensiones de ella.
En particular, supone
para los no creyentes, o "ya no" creyentes, el llamado a la fe
y a la conversión (evangelización), y para los creyentes el compromiso
de vida con el Evangelio (liberación integral).
La dimensión liberadora
del misterio pascual, que le es esencial y se expresa en la fuerza memorial de
la palabra, no puede estar ausente de la auténtica liturgia, que celebra a
Cristo vencedor del pecado y de la muerte en el hoy de la historia. Entre la
evangelización, la liturgia y el compromiso liberador hay una estrecha relación
en la que cada acción forma parte de la fe cristiana.
6. LA LITURGIA, CUMBRE Y FUENTE DE NUESTRA VIDA
Sacrosanctum Concilium
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“No obstante, la
Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al
mismo tiempo la fuente de donde emana toda su fuerza. Pues los trabajos
apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo,
todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en
el sacrificio y coman la Cena del Señor.
Por su parte, la
Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados con "un mismo sacramento
pascual", "vivan siempre unidos" en el amor de
Dios"; ruega a Dios que "vivan siempre de
acuerdo con la fe que profesaron"; y la renovación de la Alianza del
Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los
fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la
Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, emana hacia nosotros la gracia como de
su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los
hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de
la Iglesia tienden como a su fin”.
El ser "cumbre y
fuente" presenta
desafíos a la Iglesia actual.
· A los creyentes los
desafía a vivir consciente y participativamente la liturgia, como una necesidad
de fe más que como obligación o mera costumbre, descubriendo su enorme riqueza
para la vida personal, familiar y social.
· A los ministros
ordenados los desafía a conocer y amar la liturgia, celebrándola como un don de
Dios a su pueblo y una necesidad del pueblo para con su Dios.
En este numeral podemos
concluir entonces que, aunque la liturgia no sustituye a las demás actividades,
es el ámbito más propio del encuentro de santificación y glorificación de Dios
con su pueblo, y eso es lo que la hace tan importante.
A ella llegan los
creyentes para constituirse como "Iglesia", signo del amor de Dios. La Iglesia trae a
la liturgia, en actitud de alabanza, su actividad evangelizadora y
transformadora del mundo, y de ella extrae la fuerza necesaria para ejercer, en
las realidades del mundo, la "apremiante caridad de Cristo".
Su calidad de cumbre y
fuente desafía a los cristianos a una participación litúrgica plena y activa.
Bibliografía
Manual de Liturgia del Consejo Episcopal
Latinoamericano, CELAM, Tomo I, Bogotá. 2003.
TALLER: “¿QUÉ CELEBRAMOS?”
1.
¿Qué celebramos a través de la Liturgia?
2.
¿Qué es la Sacrosanctum Concilium?
3.
El misterio pascual es el contenido principal de………….
4.
¿Por qué se considera a la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de
Jesucristo?
5.
¿Qué se necesita para que los hombres puedan llegar a la Liturgia?
6.
¿Cuál es la doble dimensión del misterio pascual?
7.
¿Cuál es la misión de la Iglesia para con los creyentes y para con los
no creyentes?
8.
¿Qué desafíos le presenta la Liturgia a la Iglesia actual?
9.
¿Quién es la “Esposa” de Cristo?
10.
¿Qué creen que significa la expresión: “La sagrada Liturgia no agota toda la
actividad de la Iglesia” (SC 9)?
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