viernes, 13 de octubre de 2017

2. ¿Que celebramos?

¿QUÉ CELEBRAMOS?


Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo. (Catecismo de la Iglesia Católica, CEC 1068)


INTRODUCCIÓN

Hacerse esta pregunta significa indagar, no sobre las formas externas de la liturgia, sino sobre aquello que constituye el motivo de la celebración, la razón de la fiesta cristiana. Esa razón es invisible, se halla detrás o en el fondo de las formas, de los ritos, de los tiempos de la celebración. El beato Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Vicesimus quintus annus, con la que conmemoró los 25 años de la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada, recordó que nada de lo que hacemos nosotros en la Liturgia puede aparecer como más importante de lo que, invisible pero realmente, Cristo hace por obra de su Espíritu.

Lo más importante en la liturgia, como ya el Concilio había expresado claramente, es lo que en ella acontece invisiblemente, el contenido esencial de la acción celebrativa.

Siguiendo los números 5 al 10 de la Constitución Conciliar sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium (SC), que sigue inspirando, como un horizonte de validez universal, la reforma litúrgica posconciliar, se abordará en esta parte ese ámbito que se oculta bajo nuestras formas litúrgicas animándolas como único y gran motivo de alabanza.

La pregunta se responde en seis apartados, que veremos a continuación:
1. Celebramos el misterio pascual de Cristo
2. Celebramos el anuncio y su realización
3. Celebramos a Cristo siempre presente
4. Celebramos hoy el permanente Adviento
5. Celebramos en la fe y en la conversión diaria
6. La liturgia, cumbre y fuente de nuestra vida.

1. CELEBRAMOS EL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO

Sacrosanctum Concilium 5


“Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", "habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas'', cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como "médico corporal y espiritual", mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto, en Cristo "se realiplenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino".

Esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión. Por este misterio, "con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida". Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació "el sacramento admirable de la Iglesia entera"”.

El contenido del misterio pascual El misterio pascual admite varios niveles de comprensión, todos relacionados entre sí.

En un primer sentido, más literal, es la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo. Son los acontecimientos cruciales de la vida terrena de Jesús de Nazaret. Ellos están históricamente situados al inicio de nuestra era, calendarizada precisamente por el nacimiento de Jesús, unos 36 años antes de estos sucesos. Ellos no sólo constituyen la culminación de la vida de Cristo, sino que se sitúan en "la plenitud de los tiempos", como bisagra entre la revelación veterotestamentaria y la neotestamentaria: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva”. (Ga. 4, 4-5)

En un segundo sentido, se entiende por misterio pascual los acontecimientos de la vida histórica de Jesús de Nazareth, desde su concepción virginal hasta su Ascensión al cielo.

El tercer sentido considera al misterio pascual como la existencia total de Cristo: preexistente junto al Padre desde siempre, encarnado en la creación como hombre, resucitado y glorioso por la eternidad. El misterio pascual es toda la obra salvadora de Dios en la historia de su creación.


EN CONCLUSIÓN...

La liturgia, diálogo entre Dios y el hombre, es memorial de un acontecimiento: del paso salvador de Dios por la historia de la humanidad. En ella el creyente celebra en alabanza la historia de la salvación, que culminó en Jesucristo (la perfecta glorificación de Dios), y Dios se sigue haciendo presente con su gracia liberadora (obra de la redención humana o santificación del hombre). La muerte y resurrección de Jesucristo -el misterio pascual- es la culminación de su vida terrena y la síntesis de toda la historia de la salvación y, por eso, el único gran motivo de celebración de la fe. Es el contenido principal de la liturgia, el acontecimiento culminante de la revelación.

2. CELEBRAMOS EL ANUNCIO Y SU REALIZACIÓN POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

Sacrosanctum Concilium 6


“Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, Él a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él; reciben el espíritu de adopción de hijos "por el que clamamos: "¡Abba!, Padre”, y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre. Asimismo, cuantas veces comen la Cena del Señor, proclaman su muerte hasta que vuelva. Por eso el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, "los que recibieron la palabra" de Pedro "fueron bautizados". Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la oración..., alababan a Dios, gozando de la estima general del pueblo". Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo "cuanto a él se refiere en toda la Escritura", celebrando la Eucaristía, en la cual "se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su muerte" y dando gracias al mismo tiempo "a Dios por el don inexpresable" en Cristo Jesús, "para alabar su gloria", por la fuerza del Espíritu Santo”.

El misterio celebrado tiene una doble dimensión que le da su dinamismo más propio, en el que radica la fuerza y eficacia de la celebración cristiana: es anuncio y realización, proclamación y actuación de lo proclamado.

En la liturgia se actualiza -se hace actual, presente el misterio pascual por el que los cristianos son injertados en la vida de Cristo, participando íntimamente de su propia vida. El año litúrgico y cada sacramento realizan esta actualización de manera particular, desplegando la riqueza inagotable del único misterio pascual.

3. CELEBRAMOS A CRISTO SIEMPRE PRESENTE

Sacrosanctum Concilium 7


“Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".

Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por
Él tributa culto al Padre Eterno.

Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.

En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia.”

La liturgia es la expresión más completa del misterio de la Iglesia. En ella se hace presente la salvación porque el acontecimiento Cristo, que es pasado según las categorías históricas, se torna presente meta histórico, actualidad y poder salvífica del Resucitado glorioso, por obra del Espíritu Santo, en el hoy de la existencia creyente. La liturgia no es mero recuerdo. Es ante todo presencia misteriosa, pero real, del Señor y su fuerza liberadora en medio de su pueblo. Esa presencia no es una mera presencia de los acontecimientos de la vida de Jesucristo, sino de su misma persona.

Por tanto, Cristo está siempre presente en la Iglesia por su resurrección, que, sin dejar de ser un acontecimiento histórico único, se actualiza en cualquier momento de la historia, especialmente en la liturgia: en el ministro, en las especies eucarísticas, en los sacramentos y en la Palabra, en la Iglesia que ora y canta. No agotan la presencia de Cristo resucitado en el mundo, pero son de una intensidad y calidad máxima, especialmente en la eucaristía.

La liturgia, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, la Iglesia, es acción sagrada por excelencia. Su eficacia, "con el mismo título y en el mismo grado", no es igualada por ninguna otra acción eclesial.

El único misterio celebrado en la liturgia se despliega en una diversidad de misterios (sacramentos) y acciones rituales: celebramos la vida entera de Jesucristo, la de María Virgen, las intervenciones salvíficas de Dios en la historia de la salvación, la vida personal y comunitaria de los cristianos y la obra creadora universal. A la luz del misterio pascual, toda realidad humana puede ser celebrada.


4. CELEBRAMOS HOY EL PERMANENTE ADVIENTO

Sacrosanctum Concilium 8

“En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella otra liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste Él, nuestra vida, y nosotros nos manifestemos también gloriosos con Él”.

La liturgia hace tomar conciencia a los cristianos de su condición de pueblo de Dios que camina hacia la plenitud del Reinado de Dios. La Iglesia vive en permanente Adviento, y celebra, en cada uno de los ciclos litúrgicos y festividades del año, desplegados a partir de la Pascua, una liturgia terrena que es signo permanente de la liturgia celestial hacia la que asciende la espiral del tiempo.

5. CELEBRAMOS EN LA FE Y EN LA CONVERSIÓN DIARIA

Sacrosanctum Concilium 9


“La sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la Liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe ya la conversión: "¿Cómo invocarán a Aquél en quien no han creído? ¿O cómo creerán sin haber oído nada de Él?. Y, ¿cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?".

Por eso, a los no creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvación para que todos los hombres conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus caminos haciendo penitencia. Y a los creyentes les debe predicar continuamente la fe y la penitencia, y debe prepararlos además para los sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado, para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo, son la luz del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres”.

La liturgia, colocándola en su justa relación con la totalidad de la vida eclesial, "no agota toda la actividad de la Iglesia". ¿Será necesario insistir en esta idea? La Iglesia de América Latina es particularmente sensible a la importancia de todas las dimensiones de la vida cristiana, especialmente el compromiso en el mundo. La Liturgia no las sustituye ni entra en competencia con ellas: las supone y les da su sentido más hondo al injertarlas en el misterio pascual de Cristo.

Relación entre liturgia y compromiso

"La Liturgia, por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención", como dice SC 2, comparte con la vida cristiana en su totalidad la finalidad transformadora del mundo, insertando a los creyentes en la corriente de la historia de la salvación. El acontecimiento central de la celebración cristiana, el misterio pascual, tiene una innegable e intrínseca dimensión liberadora, que no puede estar ausente de la auténtica Liturgia. Si ésta se marginase de las realidades temporales o ignorase el carácter redentor de la Buena Nueva, negaría el compromiso del mismo Jesucristo con los problemas humanos de su tiempo y sus concretas intervenciones en favor de la liberación del pecado, la enfermedad, la marginación y la muerte, especialmente de los más humildes y sufrientes.

Pero la liberación que la liturgia celebra y representa, si bien se inscribe en la misma corriente de la historia de la salvación como "momento" de ella, trasciende la liberación meramente humana y sociopolítica, por su carácter espiritual, interno y escatológico.

EN CONCLUSIÓN...

La liturgia no agota la actividad de la Iglesia ni sustituye otras dimensiones de ella.

En particular, supone para los no creyentes, o "ya no" creyentes, el llamado a la fe y a la conversión (evangelización), y para los creyentes el compromiso de vida con el Evangelio (liberación integral).

La dimensión liberadora del misterio pascual, que le es esencial y se expresa en la fuerza memorial de la palabra, no puede estar ausente de la auténtica liturgia, que celebra a Cristo vencedor del pecado y de la muerte en el hoy de la historia. Entre la evangelización, la liturgia y el compromiso liberador hay una estrecha relación en la que cada acción forma parte de la fe cristiana.

6. LA LITURGIA, CUMBRE Y FUENTE DE NUESTRA VIDA

Sacrosanctum Concilium 10

“No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde emana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la Cena del Señor.

Por su parte, la Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados con "un mismo sacramento pascual", "vivan siempre unidos" en el amor de Dios"; ruega a Dios que "vivan siempre de acuerdo con la fe que profesaron"; y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, emana hacia nosotros la gracia como de su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin”.

El ser "cumbre y fuente" presenta desafíos a la Iglesia actual.

·      A los creyentes los desafía a vivir consciente y participativamente la liturgia, como una necesidad de fe más que como obligación o mera costumbre, descubriendo su enorme riqueza para la vida personal, familiar y social.
·      A los ministros ordenados los desafía a conocer y amar la liturgia, celebrándola como un don de Dios a su pueblo y una necesidad del pueblo para con su Dios.

En este numeral podemos concluir entonces que, aunque la liturgia no sustituye a las demás actividades, es el ámbito más propio del encuentro de santificación y glorificación de Dios con su pueblo, y eso es lo que la hace tan importante.

A ella llegan los creyentes para constituirse como "Iglesia", signo del amor de Dios. La Iglesia trae a la liturgia, en actitud de alabanza, su actividad evangelizadora y transformadora del mundo, y de ella extrae la fuerza necesaria para ejercer, en las realidades del mundo, la "apremiante caridad de Cristo".

Su calidad de cumbre y fuente desafía a los cristianos a una participación litúrgica plena y activa.

Bibliografía
Manual de Liturgia del Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM, Tomo I, Bogotá. 2003.

TALLER: “¿QUÉ CELEBRAMOS?”

1.         ¿Qué celebramos a través de la Liturgia?
2.         ¿Qué es la Sacrosanctum Concilium?
3.         El misterio pascual es el contenido principal de………….
4.         ¿Por qué se considera a la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo?
5.         ¿Qué se necesita para que los hombres puedan llegar a la Liturgia?
6.         ¿Cuál es la doble dimensión del misterio pascual?
7.         ¿Cuál es la misión de la Iglesia para con los creyentes y para con los no creyentes?
8.         ¿Qué desafíos le presenta la Liturgia a la Iglesia actual?
9.         ¿Quién es la “Esposa” de Cristo?

10.     ¿Qué creen que significa la expresión: “La sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia” (SC 9)?

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