MOMENTOS DE LA SANTA MISA
La Misa es el mejor alimento para nuestro
espíritu. Es el banquete por excelencia. Al igual que las familias que se
reúnen en torno a la mesa, de esa manera los bautizados celebramos la Misa.
El lugar destinado a los
alimentos se llama “Mesa”. Una mesa no recibe su nombre por su forma, ya que
puede haber redondas, cuadradas, rectangulares, con patas o con una base, etc.
Se llama mesa por el uso que se le da: “es el lugar donde nos reunimos a
alimentarnos”. De esa manera, cuando salimos de camping, y ponemos la comida
sobre un mantel, el mantel pasa a ser nuestra mesa.
Los cristianos nos
reunimos en cada Eucaristía para alimentarnos de Dios. Primero nos alimentamos
de su Palabra y luego de su Cuerpo y su Sangre. Esto configura las dos mesas
que existen en cada Misa, y en general, los dos momentos fundamentales de la
misma.
En el primer momento
de la Misa nos alimentamos de Dios por medio de su Palabra. Nos reunimos
alrededor de una mesa llamada Ambón.
Este momento recibe por nombre Liturgia de la Palabra.
En el segundo momento,
nos alimentamos de Dios mismo, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su
Divinidad. Es decir, nos alimentamos de la Eucaristía.
Nos reunimos en torno a la segunda mesa llamada Altar. Este momento recibe por nombre Liturgia de la Eucaristía.
Ambos son
indispensables en la celebración eucarística. Las dos se complementan y “están
tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto” (SC 56). “Quitar
a la celebración eucarística la Liturgia de la Palabra no es separar una parte,
es mutilar un organismo” (L.A. Schökel).
Por esta razón es que creemos que es mejor
hablar de “momentos” y no de partes.
En muchos textos aparecen explicaciones hablando de las partes de la Misa. En
realidad, la Misa es UNA sola parte, constituida por distintos momentos.
Liturgia de la Palabra
y Liturgia de la Eucaristía son los dos momentos fundamentales de toda Santa
Misa, a los cuales se les añaden los ritos iniciales y los finales.
El Altar es la Mesa de la Eucaristía
Recordemos que los momentos de la Misa son sólo dos. Ambos tienen la finalidad de alimentarnos y nos reúnen en torno a una mesa distinta. Pero para estudiar y entender mejor la celebración, se añaden dos más.
Es decir, la
estructura general sería:
Momento I: Mesa de la Palabra
1. Ritos iniciales o introductorios
1. Ritos iniciales o introductorios
2. LITURGIA DE LA PALABRA
Momento II: Mesa de la Eucaristía
3. LITURGIA DE LA EUCARISTÍA o Liturgia Eucarística.
4. Ritos finales o
conclusivos
LOS RITOS INICIALES
Todos estos Ritos
tienen por finalidad constituir la asamblea, congregarla para la escucha de la
Palabra de Dios y la oración. Durante todos los ritos iniciales la comunidad
debe permanecer de pie.
• Canto de inicio.
El canto, en la Misa,
va dirigido a Dios; con el canto cada persona y la comunidad reunida alaba a
Dios.
El canto de entrada no
es una obligación, pero es una forma muy bonita de comenzar la celebración con
alegría.
El canto abre la
celebración y tiene una triple finalidad:
1.
Inicia al espíritu de fiesta;
2. Expresa la alegría de reencontrarse los hermanos entre sí y con su Padre
Dios;
3.
Acompaña la procesión (marcha).
Se inicia la Misa
cuando el sacerdote entra en procesión hacia el Altar. Esta procesión
representa a la Iglesia que peregrina por el Mundo.
Lo importante en el
canto no es cantar bien, sino que es la forma como yo canto, si lo hago para
Dios o para causar molestias. San Agustín decía: “Cantar es Orar dos veces”.
Con el canto nos
unimos para formar una familia, celebrando el día de fiesta de todos los
cristianos: el domingo, “día en que resucitó Jesús”.
El sacerdote se ubica
frente al altar, de inmediato lo besa. Esto es porque el altar representa a
Cristo.
El altar es el centro
de la celebración eucarística: Mesa del Señor (1Co 10, 21). Por eso es
saludado. En algunas celebraciones más solemnes, también se inciensa el altar.
Luego, se persigna “en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo”. Al hacer la Señal de la Cruz renovamos
nuestro bautismo, reconociendo que somos hijos de Dios y miembros de la
Iglesia.
El sacerdote saluda a
la asamblea en representación de Cristo, ya que es un hombre consagrado a Dios.
Cuando el sacerdote saluda en la persona de Cristo, nuestros pensamientos deben
estar elevados al cielo, en la persona de Dios Padre.
Por el saludo, el que
preside entra en comunicación con la asamblea. Es “un modo” de presencia del
Señor.
Luego de persignarnos,
dice el sacerdote: “La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión
del Espíritu Santo estén con todos ustedes”. Nosotros decimos: “Y con tu espíritu”.
Otra forma de iniciar
el saludo es: “El Señor esté con ustedes”. Respondemos de la misma forma anterior:
“Y con tu espíritu”
Es el momento en que
pedimos perdón dentro de la Santa Misa, por todas nuestras faltas cometidas. Se
pretende despertar el deseo de reconciliarse con los hermanos y con el Padre;
derribar los muros que nos separan.
Nuestras faltas pueden
ser pecados de pensamiento, de palabras, de actos y también de omisión. Las
faltas de omisión son las más frecuentes, ya que así engañamos a la conciencia.
También podemos decir que las faltas de omisión es no hacer lo que debo, sino
lo que se me antoja, y no lo que le gusta a Dios.
La Virgen María es la
que intercede por nosotros delante de Dios. Por eso la llamamos Medianera.
El sacerdote nos
invita a purificar nuestra alma: “Hermanos: para celebrar dignamente estos
sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados”.
En este momento el
sacerdote puede rezar con nosotros el “Yo confieso” o utilizar otras fórmulas
penitenciales. Todas ellas finalizan: “Dios Todopoderoso tenga misericordia de
nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna”. R: “Amén”.
Para concluir el rito
penitencial, se puede rezar o cantar una oración de perdón. A este le llamamos
Kyries.
KYRIES: Son aclamaciones dirigidas a Cristo hecho Señor, incluye la petición
de perdón, pero predomina la alabanza, el homenaje. Son invocaciones a Cristo
para que acuda en nuestro auxilio: “Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Señor
ten piedad”.
Es un himno
antiquísimo que viene del siglo II, con el cual la Iglesia congregada en el
Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero que nos ha salvado y le presenta
sus súplicas.
Su característica es
ser un himno trinitario, es decir, que alaba a las tres personas de la
Santísima Trinidad de manera separada cada una (personas distintas), pero en un
solo canto (un solo Dios).
El Himno del Gloria se
canta o se reza solamente los días Domingos y las Fiestas religiosas. El Gloria
no se canta ni se reza en Adviento ni en Cuaresma.
Himno de Alabanza (Gloria)
Sacerdote: Gloria a Dios en el cielo,
Asamblea: Y en la
tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Sacerdote: Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos,
Asamblea: Te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias.
Sacerdote: Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre Todopoderoso.
Asamblea: Señor, Hijo
único, Jesucristo.
Sacerdote: Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:
Asamblea: Tú que
quitas el pecado del mundo, te piedad de nosotros.
Sacerdote: Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica.
Asamblea: Tú que estás
sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros:
Sacerdote: Porque sólo Tú eres Santo.
Asamblea: Sólo tú
Señor.
Sacerdote: Sólo Tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo.
Asamblea: En la gloria
de Dios Padre. Amén.
Condensa y reúne las
intenciones y deseos de todos con una sola plegaria dicha por el que preside.
La oración colecta
debe ser de la siguiente forma: 1° La dice el Presbítero; 2° La dice en plural
(en nombre de la comunidad); 3° La dirige al Padre; 4° Por medio de Cristo.
Cuando el sacerdote
solemnemente dice: “Oremos”, todos los que celebran la Misa deben unir sus
intenciones en oración. El pueblo es invitado a orar; en silencio se da cuenta
de la presencia de Dios y formula sus súplicas.
En esta oración, la
Iglesia manifiesta cada día de una manera especial su oración. Esta puede ser
en una solemnidad de un Santo, en una Fiesta de Cristo, o en una Fiesta de la
Virgen María.
Luego el sacerdote concluye esta oración con la invocación a la
Trinidad.
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