LITURGIA DE LA PALABRA
Nos alimentamos de Dios a través de su
Palabra. Es un diálogo entre Dios y su Pueblo. Cada vez que Dios nos habla,
nosotros le respondemos.
La Liturgia de la Palabra es un momento
importante. Dentro de la Eucaristía viene a ser la “primera mesa” de la
celebración, luego vendrá la segunda, la mesa del pan. Las dos juntas y
equilibradas constituyen nuestro encuentro dominical cristiano.
En este momento de la Misa tomamos asiento
para escuchar que Dios nos va a hablar con su Palabra, a través de los
Profetas, de un Salmista, de un Apóstol y por medio de su propio Hijo
Jesucristo.
Los días domingos y festivos religiosos,
hay tres lecturas (la 1ra, 2da y el evangelio) y un salmo. Durante la semana
sólo hay dos lecturas (1ra y evangelio) y un salmo.
En la Liturgia de la Palabra, Dios habla a
su pueblo, le descubre el misterio de la redención y le ofrece alimento espiritual.
Cristo por su Palabra se hace presente en medio de los fieles, ellos contestan
con cantos y aleluya.
Estas lecturas debemos escucharlas como si
fuera una carta que Dios nos envía a nosotros, es decir, sentir que lo que está
diciendo el lector te lo dicen a ti personalmente.
En la Palabra de Dios podemos ejercer
nuestra libertad, ya que Dios no nos obliga; podemos escuchar o ignorar lo que
se lee. La Virgen María nos enseña a escuchar la Palabra de Dios con una
actitud de mucho respeto y con alegría.
Cuando alguien escucha o lee la Palabra de
Dios ocurre en su vida algo misterioso, recibe un regalo que se llama “gracia”,
ya que la Palabra de Dios es viva, eficaz y penetrante.
·
Primera Lectura.
Dios nos habla en la Sagrada Escritura por
medio de su Profeta. Esta lectura es
tomada, generalmente, del Antiguo Testamento.
En la primera lectura se puede ver cómo
Dios actúa y se preocupa por los israelitas, como los guía, como les habla y
les ayuda en muchas dificultades. También podemos ver como los Profetas
anuncian la venida del Mesías.
·
Salmo Responsorial.
El pueblo responde con la Palabra inspirada. El salmo es la “respuesta” y la
meditación del pueblo por esta primera lectura.
El salmo es un canto de alabanza, de acción
de gracias, de arrepentimiento, o de petición. Cada canto es una poesía; estos
son parte del Antiguo Testamento.
· Segunda Lectura (Domingos y festivos): Dios nos habla a través de sus apóstoles.
Esta segunda lectura es tomada del Nuevo
Testamento, de las cartas de los apóstoles enviadas a las primeras comunidades
cristianas.
Los apóstoles fueron los discípulos de
Jesús. Él los eligió para llevar su mensaje de salvación a todos los hombres y
para fundar la Iglesia de su Padre en la Tierra.
Los apóstoles fueron doce: Simón, llamado
Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y
Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo; Tadeo; Simón,
el cananeo, y Judas Iscariote, el que lo traicionó (Mt 10,2-4)
Al concluir las lecturas, el lector dice: “Palabra de Dios”, lo que significa “esto es cierto” porque viene de Dios. Entonces todos nosotros
contestamos: “Te alabamos, Señor”.
·
Aleluya: El pueblo responde con una aclamación.
Cuando termina la segunda lectura, nos
ponemos de pie para aclamar el ALELUYA, que es un canto como respuesta del
pueblo a la lectura proclamada anteriormente (2a lectura). Aleluya significa
“alabad al Señor”, “alegría” y este no se canta en Cuaresma.
·
Evangelio: Dios nos habla a través de las Palabras de su
Hijo.
El evangelio, tal como lo indica su nombre,
está tomado de los Evangelios ubicados en el Nuevo Testamento.
Este el momento más importante de toda la
Liturgia de la Palabra. Evangelio significa: “Buena Nueva o Alegre Noticia”. El Evangelio es la Buena Nueva de Dios,
a través de su Hijo Jesucristo, donde libera a los hombres del pecado y abre el
camino hacia la Vida eterna.
En el Evangelio es Cristo mismo quien nos
habla y nos invita a seguirlo; nos muestra que Dios Padre nos ama. El Evangelio
es uno sólo: el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, relatado por cuatro
autores o evangelistas. Es así como los días Domingos están divididos en ciclos
de tres años: al A con Mateo, el B con Marcos y el C con Lucas. El Evangelio de
Juan se proclama en días y tiempos determinados en los tres ciclos,
especialmente en Cuaresma y Pascua.
En los Evangelios está escrito desde el
nacimiento de Jesús, su vida, sus enseñanzas y sus milagros. Todos los relatos
evangélicos culminan con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
El Evangelio en la Misa sólo pueden leerlo
el sacerdote o el diácono, en representación de Cristo. El sacerdote antes de
leer el Evangelio reza esta oración: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios
Todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu Santo Evangelio”.
Cuando el Evangelio es proclamado por el
diácono, primero debe pedirle la bendición al sacerdote que preside la
Eucaristía, le dice: “Bendíceme, Padre”. Entonces el sacerdote lo bendice con una
oración muy parecida a la que él reza cuando lee el evangelio; le dice al
diácono: “Que el Señor esté en tu
corazón y tus labios para que puedas anunciar dignamente su Santo Evangelio”.
Al anunciar el Evangelio, todos quienes
celebran la Santa Misa deben hacer la Señal de la Cruz, en la cual debemos
hacer tres pequeñas cruces con el dedo pulgar de la mano derecha: una sobre la
frente, otra sobre la boca y la otra en el corazón. El sacerdote o el diácono
que lee el Evangelio, además, hace una Cruz sobre el evangelio.
El Evangelio se nos anuncia: “Lectura del Santo Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según San...”. En ese momento hacemos la Señal de la Cruz y a la vez respondemos: “¡Gloria a Ti!, Señor”.
Cuando el sacerdote o el diácono termina la
lectura, mostrando el Leccionario o el Evangeliario, dice: “Esta es Palabra del Señor”.
·
Aclamación: El pueblo responde con otra Aclamación.
Finalmente, como respuesta a esta Buena
Nueva, respondemos “Gloria y Honor a ti
Señor Jesús”. Posteriormente se
canta algo breve, pero significativo, agradeciendo estas “Palabras de Vida”. Esta es la Aclamación final del
Evangelio.
Tomamos asiento y ponemos mucha atención a
la Homilía.
·
Homilía: Dios nos habla por medio de su Iglesia.
En la Homilía o Prédica, el que preside
actualiza el Mensaje de la Escritura para iluminar la vida, las situaciones que
vivimos. Es la conversación familiar en la mesa.
El sacerdote nos explica el significado de
las lecturas (en casos extraordinarios también puede hacerlo el diácono), con
referencia al Misterio que se celebra y las particulares necesidades de los
oyentes.
La Homilía es el alimento de la vida
cristiana. Es uno de los elementos más antiguos de la liturgia de la Palabra,
es la herencia de la liturgia Sinagogal Judía.
El sacerdote puede hacer la Prédica desde
el mismo ambón, lugar desde donde fue leído el Evangelio. También puede hacerla
en otro lugar del presbiterio, e incluso y si está a la vista, puede hacerla
desde la sede. Pero ojalá nunca se haga desde el altar mismo, como muchos
sacerdotes lo hacen, ya que aún no debemos centrar la atención en la mesa que
vendrá más adelante. Esto sólo confunde y no permite resaltar el cambio de las
mesas.
Las lecturas y el salmo, son escogidos por
la Iglesia para dar un mensaje en un determinado tiempo del año litúrgico.
La asamblea se pone de pie y recita el Credo.
Se sienten unidos por una misma fe.
El Credo es nuestra profesión de fe, que
resume y proclama la doctrina de la Iglesia Católica. Éste es un resumen de las
Verdades de nuestra fe, que además recibe el nombre de “Símbolo de los
Apóstoles”.
No es obligatorio rezar el Credo en las
misas comunes de semana, esto dependerá sólo de quien preside la celebración.
CREDO
Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del
cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su Único Hijo nuestro
Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen; padeció bajo el
poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los
infiernos; al tercer día resucitó entre los muertos; subió a los cielos y está
sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a
juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia
Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección
de los muertos y la vida eterna. Amén.
·
Oración de los Fieles (o Universal): Y finalmente el pueblo eleva sus intenciones
a Dios.
Iluminada por la Palabra de Dios, la
comunidad se abre al mundo con sus angustias y esperanzas.
En la oración universal se pide a Dios por todos nuestros hermanos y por
todas nuestras necesidades. El pueblo ejercita su oficio sacerdotal y ruega por las necesidades de
la Iglesia, por el mundo y sus gobernantes, por los que sufren, por las
vocaciones sacerdotales y religiosas, por la comunidad local, por los difuntos,
etc.
Estas peticiones son hechas por quien
preside la Santa Misa, y/o por el guía de la Celebración, o por cualquier
persona que celebre la Misa. Al finalizar cada petición, se debe decir: “Roguemos al Señor” u “Oremos”, a lo que el pueblo responde: “Escúchanos Señor, Te Rogamos”.
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