martes, 24 de octubre de 2017

13b. Partes de la Santa Misa - Segunda parte

LITURGIA DE LA PALABRA

Nos alimentamos de Dios a través de su Palabra. Es un diálogo entre Dios y su Pueblo. Cada vez que Dios nos habla, nosotros le respondemos.

La Liturgia de la Palabra es un momento importante. Dentro de la Eucaristía viene a ser la “primera mesa” de la celebración, luego vendrá la segunda, la mesa del pan. Las dos juntas y equilibradas constituyen nuestro encuentro dominical cristiano.

En este momento de la Misa tomamos asiento para escuchar que Dios nos va a hablar con su Palabra, a través de los Profetas, de un Salmista, de un Apóstol y por medio de su propio Hijo Jesucristo.

Los días domingos y festivos religiosos, hay tres lecturas (la 1ra, 2da y el evangelio) y un salmo. Durante la semana sólo hay dos lecturas (1ra y evangelio) y un salmo.

En la Liturgia de la Palabra, Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y le ofrece alimento espiritual. Cristo por su Palabra se hace presente en medio de los fieles, ellos contestan con cantos y aleluya.

Estas lecturas debemos escucharlas como si fuera una carta que Dios nos envía a nosotros, es decir, sentir que lo que está diciendo el lector te lo dicen a ti personalmente.

En la Palabra de Dios podemos ejercer nuestra libertad, ya que Dios no nos obliga; podemos escuchar o ignorar lo que se lee. La Virgen María nos enseña a escuchar la Palabra de Dios con una actitud de mucho respeto y con alegría.

Cuando alguien escucha o lee la Palabra de Dios ocurre en su vida algo misterioso, recibe un regalo que se llama “gracia”, ya que la Palabra de Dios es viva, eficaz y penetrante.

·      Primera Lectura.

Dios nos habla en la Sagrada Escritura por medio de su Profeta. Esta lectura es tomada, generalmente, del Antiguo Testamento.

En la primera lectura se puede ver cómo Dios actúa y se preocupa por los israelitas, como los guía, como les habla y les ayuda en muchas dificultades. También podemos ver como los Profetas anuncian la venida del Mesías.

·      Salmo Responsorial.

El pueblo responde con la Palabra inspirada. El salmo es la “respuesta” y la meditación del pueblo por esta primera lectura.

El salmo es un canto de alabanza, de acción de gracias, de arrepentimiento, o de petición. Cada canto es una poesía; estos son parte del Antiguo Testamento.





·      Segunda Lectura (Domingos y festivos): Dios nos habla a través de sus apóstoles.

Esta segunda lectura es tomada del Nuevo Testamento, de las cartas de los apóstoles enviadas a las primeras comunidades cristianas.

Los apóstoles fueron los discípulos de Jesús. Él los eligió para llevar su mensaje de salvación a todos los hombres y para fundar la Iglesia de su Padre en la Tierra.

Los apóstoles fueron doce: Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago y Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo; Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, el que lo traicionó (Mt 10,2-4)

Al concluir las lecturas, el lector dice: “Palabra de Dios”, lo que significa “esto es cierto” porque viene de Dios. Entonces todos nosotros contestamos: “Te alabamos, Señor”.

·      Aleluya: El pueblo responde con una aclamación.

Cuando termina la segunda lectura, nos ponemos de pie para aclamar el ALELUYA, que es un canto como respuesta del pueblo a la lectura proclamada anteriormente (2a lectura). Aleluya significa “alabad al Señor”, “alegría” y este no se canta en Cuaresma.

·      Evangelio: Dios nos habla a través de las Palabras de su Hijo.

El evangelio, tal como lo indica su nombre, está tomado de los Evangelios ubicados en el Nuevo Testamento.

Este el momento más importante de toda la Liturgia de la Palabra. Evangelio significa: “Buena Nueva o Alegre Noticia”. El Evangelio es la Buena Nueva de Dios, a través de su Hijo Jesucristo, donde libera a los hombres del pecado y abre el camino hacia la Vida eterna.

En el Evangelio es Cristo mismo quien nos habla y nos invita a seguirlo; nos muestra que Dios Padre nos ama. El Evangelio es uno sólo: el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, relatado por cuatro autores o evangelistas. Es así como los días Domingos están divididos en ciclos de tres años: al A con Mateo, el B con Marcos y el C con Lucas. El Evangelio de Juan se proclama en días y tiempos determinados en los tres ciclos, especialmente en Cuaresma y Pascua.

En los Evangelios está escrito desde el nacimiento de Jesús, su vida, sus enseñanzas y sus milagros. Todos los relatos evangélicos culminan con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

El Evangelio en la Misa sólo pueden leerlo el sacerdote o el diácono, en representación de Cristo. El sacerdote antes de leer el Evangelio reza esta oración: “Purifica mi corazón y mis labios, Dios Todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu Santo Evangelio”.

Cuando el Evangelio es proclamado por el diácono, primero debe pedirle la bendición al sacerdote que preside la Eucaristía, le dice: “Bendíceme, Padre”. Entonces el sacerdote lo bendice con una oración muy parecida a la que él reza cuando lee el evangelio; le dice al diácono: “Que el Señor esté en tu corazón y tus labios para que puedas anunciar dignamente su Santo Evangelio”.

Al anunciar el Evangelio, todos quienes celebran la Santa Misa deben hacer la Señal de la Cruz, en la cual debemos hacer tres pequeñas cruces con el dedo pulgar de la mano derecha: una sobre la frente, otra sobre la boca y la otra en el corazón. El sacerdote o el diácono que lee el Evangelio, además, hace una Cruz sobre el evangelio.
El Evangelio se nos anuncia: Lectura del Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San...”. En ese momento hacemos la Señal de la Cruz y a la vez respondemos: “¡Gloria a Ti!, Señor”.

Cuando el sacerdote o el diácono termina la lectura, mostrando el Leccionario o el Evangeliario, dice: “Esta es Palabra del Señor”.

·      Aclamación: El pueblo responde con otra Aclamación.

Finalmente, como respuesta a esta Buena Nueva, respondemos “Gloria y Honor a ti Señor Jesús”. Posteriormente se canta algo breve, pero significativo, agradeciendo estas Palabras de Vida”. Esta es la Aclamación final del Evangelio.

Tomamos asiento y ponemos mucha atención a la Homilía.
 
·      Homilía: Dios nos habla por medio de su Iglesia.

En la Homilía o Prédica, el que preside actualiza el Mensaje de la Escritura para iluminar la vida, las situaciones que vivimos. Es la conversación familiar en la mesa.

El sacerdote nos explica el significado de las lecturas (en casos extraordinarios también puede hacerlo el diácono), con referencia al Misterio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes.

La Homilía es el alimento de la vida cristiana. Es uno de los elementos más antiguos de la liturgia de la Palabra, es la herencia de la liturgia Sinagogal Judía.

El sacerdote puede hacer la Prédica desde el mismo ambón, lugar desde donde fue leído el Evangelio. También puede hacerla en otro lugar del presbiterio, e incluso y si está a la vista, puede hacerla desde la sede. Pero ojalá nunca se haga desde el altar mismo, como muchos sacerdotes lo hacen, ya que aún no debemos centrar la atención en la mesa que vendrá más adelante. Esto sólo confunde y no permite resaltar el cambio de las mesas.

Las lecturas y el salmo, son escogidos por la Iglesia para dar un mensaje en un determinado tiempo del año litúrgico.

·      Profesión de Fe: El Credo: El pueblo responde con el Símbolo de los Apóstoles.

La asamblea se pone de pie y recita el Credo. Se sienten unidos por una misma fe.

El Credo es nuestra profesión de fe, que resume y proclama la doctrina de la Iglesia Católica. Éste es un resumen de las Verdades de nuestra fe, que además recibe el nombre de “Símbolo de los Apóstoles”.

No es obligatorio rezar el Credo en las misas comunes de semana, esto dependerá sólo de quien preside la celebración.

CREDO
Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su Único Hijo nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.

Nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de los muertos y la vida eterna. Amén.
 
·      Oración de los Fieles (o Universal): Y finalmente el pueblo eleva sus intenciones a Dios.

Iluminada por la Palabra de Dios, la comunidad se abre al mundo con sus angustias y esperanzas.

En la oración universal se pide a Dios por todos nuestros hermanos y por todas nuestras necesidades. El pueblo ejercita su oficio sacerdotal y ruega por las necesidades de la Iglesia, por el mundo y sus gobernantes, por los que sufren, por las vocaciones sacerdotales y religiosas, por la comunidad local, por los difuntos, etc.


Estas peticiones son hechas por quien preside la Santa Misa, y/o por el guía de la Celebración, o por cualquier persona que celebre la Misa. Al finalizar cada petición, se debe decir: “Roguemos al Señor” u “Oremos”, a lo que el pueblo responde: “Escúchanos Señor, Te Rogamos”.

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