Uno de los
ministerios litúrgicos más importantes que se puede ejercitar en la celebración
es el de proclamar las lecturas. Junto con el salmista y el predicador de la
homilía, el lector ayuda a la comunidad cristiana a escuchar en las mejores condiciones
posibles la Palabra de Dios y acogerla como dicha hoy y aquí para cada uno de
los creyentes.
No es fácil leer.
Leer bien es re-crear, dar vida a un texto, dar voz a un autor. Es transmitir a
la comunidad de los fieles lo que Dios les quiere decir hoy, aunque el texto
pertenezca a los libros antiguos. Leer es pronunciar palabras, pero sobre todo
decir un mensaje vivo.
Más que “leer”, se
trata de “proclamar” expresivamente la Palabra. Pro-clamar es pronunciar,
promulgar delante de la asamblea que escucha. No es mera lectura personal, o
información, o clase. Es un ministerio que se realiza dentro de una
celebración, y el mismo hecho de leer en
público para esta comunidad de creyentes es todo un gesto de culto, un servicio
litúrgico, realizado con fe y desde la fe.
Una de las primeras
condiciones de un buen lector es que recuerde que en este ministerio él es
simplemente -y nada menos- un mediador entre el Dios que dirige su Palabra y la
comunidad cristiana que la escucha y la hace suya. Lo que él trasmite a sus
hermanos no es palabra suya ni tampoco de la Iglesia, sino de Dios.
VADEMÉCUM
DEL BUEN LECTOR
I.
CONOCER
Y ENTENDER DEL TEXTO
1.
¿Quién habla en el
texto? ¿A quién habla? ¿Acerca de qué? ¿Con qué finalidad?
2. ¿Qué clase de texto es? ¿Un relato? ¿Una exhortación? ¿Un diálogo? ¿Una
oración? ¿Una acusación?
3. ¿Qué sienten las personas que encontramos en el texto?
4. ¿Hay en este pasaje algunas palabras difíciles de entender? ¿Qué
significan?
5. ¿Se divide el texto en varias partes? ¿Dónde comienza y termina cada
parte?
II.
PREPARAR
LA EXPRESIÓN DE LA LECTURA
6.
¿Cuáles son las
palabras más importantes y las frases principales a subrayar en el pasaje?
7. ¿Dónde hay que hacer una pausa breve y dónde una pausa más prolongada?
8. ¿Dónde hay que evitar de hacer una pausa?
9. ¿Cuál es el tono de voz (o los varios tonos de voz) que conviene para
este texto?
10. ¿Cuál es el ritmo que debo usar en cada parte del texto (más lento o más
acelerado aunque nunca de prisa?
11. Pronunciar bien cada palabra y cada sílaba. Vocalizar bien.
12. Evitar el defecto de bajar demasiado el volumen de la voz al final de las
frases.
13.
Para estar seguro, prepararse antes y repetir la lectura
en voz alta. Varias veces.
III.
EXPRESAR
LOS SENTIMIENTOS DEL AUTOR Y DE LOS PERSONAJES
14. No se trata de declamar o de dramatizar. La lectura o proclamación no es
una representación teatral, y hay que evitar atraer la atención del que escucha
sobre la persona del lector en vez que sobre la Palabra de Dios. Pero el lector
no debe permanecer indiferente a lo que está leyendo. Debe leer de tal manera
que lo que está proclamando “acontezca” a la vista de los oyentes. Mediante
su entonación debe hacer llegar a los
oyentes los sentimientos expresados en el texto. La “Liturgia de la Palabra”
debe ser “celebración de la Palabra”
IV. AVERIGUAR
ALGUNOS ASPECTOS DE LA CELEBRACIÓN
15.
¿Se encuentra el
Leccionario (¡nada de folletos u hojas sueltas!) en el ambón? ¿Está abierto en
la página que corresponde?
16. ¿Está ya conectado y a buena altura el micrófono? (si no, hacer que lo
conecten, arreglar la altura...) Para no tener que dar los golpes de rigor al
micrófono a la hora de empezar la lectura...
17. ¿A qué distancia del micrófono hay que poner la boca para que la voz se
oiga bien?
V.
SABER IR AL AMBÓN
18.
Situarse ya desde el
inicio de la celebración en un lugar no muy lejos del ambón.
19. No desplazarse hacia el ambón hasta que se haya terminado lo que precede
(canto, oración, monición).
20. Avanzar con un paso normal, sin ostentación ni precipitación; no con
rigidez, sino con una digna naturalidad.
VI. LA POSTURA DEL LECTOR
21.
Los pies bien
plantados y firmes. Evitar balancearse o poner un pie hacia atrás.
22. Nada de brazos colgantes o cruzados o de manos en los bolsillos. Las
manos se pueden tener juntas, o se pueden colocar en las orillas laterales del
ambón, tocándolas ligeramente (no apoyándose en ellas), sin tocar el mismo
Leccionario, para que en poco tiempo no esté todo untuoso...
VII. PRESENTACIÓN DEL LECTOR
23.
No debe llevar nada
que pueda distraer u ofender a los presentes, ni por ostentoso, ni por
descuidado y poco conveniente o ridículo (ciertas camisetas con anuncios
inconvenientes, vestidos desarreglados o sucios, pelo “huracanado”...). Tener
criterio y presentarse como una persona educada y normal.
VIII. INMEDIATAMENTE ANTES DE COMENZAR
24.
Una breve pausa para
mirar a la asamblea, a fin de tenerla en la mente, puesto que es a ella a quien
se habla, y también para establecer un contacto directo con ella antes de
comenzar la proclamación.
25. Tomar buena respiración.
26. No iniciar nunca la lectura antes de que toda la asamblea esté tranquila
y se haya creado un clima de silencio y de atención (por ejemplo esperar que
todos se hayan sentado tranquilamente).
IX. LEER EL TÍTULO
27. Leer solamente el título bíblico, sin añadir nada más. No se dice “primera lectura”, o “segunda lectura”, o
“salmo responsorial”. Ni se dice “capítulo” o “versículo”. No se lee el
subtítulo o la frase en rojo que en el Leccionario precede la lectura.
28. Después de leer el título, hacer una breve pausa antes de seguir
proclamando el texto.
X. LEER LENTAMENTE
29.
En general, se lee
demasiado rápido y no se hacen las pausas debidas, siguiendo la puntuación y la
lógica del texto. Hay que recordar que el oyente no es una grabadora, sino una
mente humana, que debe tener el tiempo de sentir, de reaccionar, de oír, de entender,
de coordinar y asimilar lo que oye. Cuando el lector tiene la impresión de leer
demasiado despacio y de hacer pausas demasiado prolongadas, todavía suele estar
leyendo rápido o apenas lo suficientemente lento...
XI. LEER CON LA CABEZA ALTA
30.
Leer mostrando el
rostro, y no la coronilla, a la asamblea. Al leer con la cabeza alta, la misma
voz resulta más clara y fuerte, y no se dirige hacia el libro, sino hacia la
comunidad, a la que se quiere comunicar el contenido del texto.
31. Si el ambón es demasiado bajo, es mejor levantar el libro con las manos,
pero no bajar la cabeza.
XII.
¿CÓMO TERMINAR
LA LECTURA?
32.
Hacer una pausa
después de la última frase, antes de decir “Palabra de Dios”.
33. Decir simplemente “¡Palabra de
Dios!”, y nada más (por ejemplo: “Hermanos, esta es Palabra de Dios” o
expresiones parecidas). Se trata de una aclamación (“¡Palabra de Dios!”), no de
una afirmación o de una explicación (“Es Palabra de Dios”)
34. Escuchar desde el ambón, sin retirarse todavía, la respuesta de la
asamblea, incluso cuando sea una aclamación cantada.
35. Abrir el Leccionario en la página del salmo responsorial o de la
siguiente lectura, para dejarlo todo listo para el que sigue.
36. Volver al sitio con paso normal, caminando con calma y firmeza, con
naturalidad. No hace falta quedarse allí para acompañar al siguiente lector.
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